Rubén Rojas Breu
Epistemología e investigación cualitativa de la interacción social: una
articulación a revitalizar
Según el Método Vincular
1. Objeto del texto
El objeto de
este texto es el de contribuir a la revalorización de la investigación
cualitativa que, anticipamos, es prácticamente lo mismo que proponerse la
revalorización de la investigación
social y, hasta podría afirmarse, simplemente de la investigación.
Tal como preciso en el subtítulo, este desarrollo se basa en mi creación, el Método Vincular, con el cual fundo la ciencia que tiene por objeto la interactividad social en todos los campos de lo Humano.
Esta
revalorización es necesaria para recuperar la vocación por la complejidad,
propia del comportamiento humano en general, y particularmente de la materia
que nos ocupa, la interacción[1] en todos
los campos en que la misma se da: el social, el político y el comercial. La
complejidad, entendida como el entramado
de relaciones propio de toda materia objeto de investigación, es la premisa
para emprender cualquier proyecto cuyo fin es conocer de un modo sistemático[2].
También es
necesaria para renovar la pasión por conocer o, si se prefiere, invocando a
Einstein, “la pasión por comprender” (Einstein, 1950).
La vocación
por la complejidad y la pasión por comprender son las potentes motivaciones
que, a lo largo de la historia, impulsaron a los científicos y propiciaron la
emergencia de las teorías, de los grandes marcos referenciales que originaron
las ciencias y sentaron las bases de sus respectivos desarrollos; también
alimentaron los cursos y aportes posteriores que hicieron y hacen de las
ciencias el campo fértil para transformar y crear.
Hay una
suerte de sintonía entre tal vocación y tal pasión y el desarrollo del
conocimiento, a la vez que también la existe entre la aridez o el tedio y la
sujeción a protocolos estereotipados que, pretendiendo el rigor académico o el
respeto por los hechos, conducen al inmovilismo cognoscente, a la certificación
de lo ya sabido obstaculizando el acceso franco a lo que hay que saber. Ese ya
sabido habitualmente es un conglomerado de “obstáculos epistemológicos”
(Bachelard, 1979).
Para conocer en toda su complejidad la interacción social, se
requiere de la investigación cualitativa, la vía regia para conocer
científicamente. Agrego: la investigación cualitativa según mi creación, el Método Vincular.
Revitalizar la
articulación entre epistemología e investigación cualitativa no tiene por
propósito la centración en la primera para luego adentrarse en la segunda. El
propósito es la revalorización de la investigación cualitativa partiendo de
“su” epistemología o, quizá más claramente, mostrando de qué modo, pensando
epistemológicamente, la investigación cualitativa adviene como herramienta
científica para conocer y comprender la interacción social objeto de nuestro
abordaje.
2. Qué sucede con la investigación
cualitativa
La
investigación cualitativa o los abordajes cualitativos en las Ciencias de lo
Humano[3] generaron
siempre resistencias. Empero, si se considera la evolución alcanzada por las
Ciencias y el enorme caudal de conocimiento que los enfoques cualitativos
aportaron a la misma, es inquietante que ya adentrados en el siglo XXI, y tal
como viene sucediendo desde hace unas décadas, las resistencias hayan alcanzado
los niveles actuales. Podría decirse con pesadumbre que la investigación
cualitativa afronta el riesgo de ingresar en una suerte de cono de sombra o de
declinar, lo cual parece complacer a todo un espectro de expertos y referentes.
Diversas
causas han contribuido a tal estado de cosas, causas que reconocen diferentes
orígenes o procedencias. En un inicial trazo grueso, podríamos decir que una
parte de tales causas se halla en la prédica de detractores; otra parte,
paradójicamente, en el quehacer de investigadores cualitativos convencionales, carentes de formación y vocación científicas, que se basan en protocolos rígidamente pautados.
La prédica
socavadora circula paralelamente por dos carriles: en uno de ellos,
transitan las creencias y la difusión
vulgar; el otro, revestido académicamente, es sutil y, a menudo, parece
valorizar a la investigación cualitativa pero, en el mejor de los casos, es una
valoración condicionada y de débil sustento epistemológico.
La creencia
generalizada que sostiene a la infravaloración de la investigación cualitativa
se apoya en tres razones –racionalizaciones o seudorrazones deberíamos decir-,
a saber:
- falta de confiabilidad por especulativa y arbitraria[4],
- que peca de dificultad para la comprensión o de exceso de “complejidad”[5]
- y que es de complicada y morosa implementación.
No tiene
sentido responder minuciosamente a estas valoraciones descalificatorias tal
como se exponen; es más adecuado y pertinente responder a las objeciones que se
presentan con un formato pretendidamente académico, con la convicción de que al
hacerlo se contesta a aquéllas. De todos modos, esperando no incurrir en
degradación del tratamiento que nos imponemos para este texto, señalemos, como
al pasar, que una investigación
cualitativa puede dar respuesta en brevísimo tiempo a problemáticas que requieren
ser abordadas con urgencia; nuestra propia experiencia da testimonio.
Sin
pretensión de exhaustividad, ya que no hace al propósito básico de este texto,
consideraremos, entonces, las objeciones de “alto nivel”: las que circulan por
carriles transitados por expertos. Muy habitualmente adoptan las formas de
taxonomías en las cuales se compara o, mejor dicho, se contrasta a la
investigación cualitativa con los relevamientos cuantitativos.
3. Respondiendo a las objeciones a la
investigación cualitativa
Responder a
la totalidad de las objeciones, reparos o abiertas descalificaciones de la
investigación cualitativa es una tarea que excede los alcances de este texto,
corriéndose el riesgo de desvirtuarlo y alejarnos en demasía del propósito
declarado en el punto 1. Por lo tanto, haremos una selección no sólo sobre la
base del criterio de la relevancia sino, y sobre todo, atendiendo a un precepto
holístico por el cual haciendo referencia
a una pequeña muestra, demostrando las falacias presentes en la misma,
se demuele aquella totalidad, a la manera en que con sólo extraer una o dos
barajas se derrumba el castillo de naipes.
En
principio, cabe diferenciar las objeciones que se centran en la investigación
cualitativa como tal, que la sancionan per se, de las que, en ocasiones fundadamente,
se hacen al comportamiento de los investigadores cualitativos (aunque con
frecuencia se superponen o como suele acontecer y es más preocupante, este
último factor, el comportamiento de los investigadores cualitativos, a menudo
presta asidero a las críticas a la investigación cualitativa).
Nos
centramos en algunas asignaciones muy difundidas que, enunciadas habitualmente
con cierta ambigüedad, pueden parecer neutras, “objetivas” o incluso
encomiásticas:
- subjetividad
- centración en lo particular y, por lo tanto,
incapacidad para conclusiones generalizables
-
muestras reducidas, lo cual apoya lo señalado en la
viñeta anterior
- carencia de
aptitud para predecir
Podríamos tomar
un atajo y a la manera de Alejandro cortar el nudo gordiano preguntando: entonces,
¿todos los edificios teóricos que integran las Ciencias de lo Humano, tales
como la antropología –particularmente la estructural-, la sociología así como
la economía política en sus diversas fuentes fundacionales –desde el
positivismo de Comte y la teoría sobre
las formaciones socioeconómicas de Marx hasta los desarrollos de posguerra,
pasando por los aportes sustanciales de Weber, Simmel y Durkheim entre otros -,
el psicoanálisis, la psicología social, la semiología, la lingüística, sumados
a las grandes construcciones en el amplio campo de la filosofía desde la
antigüedad clásica hasta Kant, Hegel, Kierkegard, Nietzche y la fenomenología,
lo recreado en todos esos territorios del conocimiento por científicos sociales
de las “regiones periféricas” (entre ellas, nuestro propio país y Latinoamérica
en general), se circunscriben a la
subjetividad, son no generalizables, carecen de validez y confiabilidad porque
ni siquiera han respetado los criterios de la estadística y, finalmente, no
brindan instrumentos para pronosticar los comportamientos humanos?
No es nuestra
intención atrincherarnos en esta especie de prueba límite, de conformarnos con
el aval de toda esa gigantesca producción por lo cual daremos respuesta a las
objeciones citadas.
3.1. Acerca de la subjetividad
Se deduce,
que dentro de su ambigüedad polisémica, la asociación excluyente que se hace de
la investigación cualitativa con la subjetividad refiere, por lo menos, a dos
planos: por un lado, a que se ocupa de problemáticas subjetivas o del aspecto
subjetivo de las cuestiones que enfoca; por el otro, a que se trata de un
abordaje subjetivo en la medida que dependería únicamente de la mirada
particular de cada investigador.
Subjetividad de lo investigado, subjetividad
del que investiga.
Estableciendo
con las salvaguardas del caso ciertas correspondencias, podríamos suponer que
el primer tipo de subjetividad sería el sustento de por qué no es generalizable
la investigación cualitativa; el segundo, por qué no sería finalmente
confiable, por lo cual su rol sería el de “generar interrogantes” y “plantear
algunas ideas e hipótesis” que la mal llamada investigación cuantitativa, la que con
seguridad se apoyaría en los recaudos que el rigor científico exige, se ocupará
de demostrar, verificar y validar. Si
alguna de tales “hipótesis o ideas planteadas cualitativamente” prospera,
entonces sí podrían alcanzarse conclusiones generalizables.
Así, por
ejemplo, en uno de los manuales sobre comportamiento del consumidor que es de
uso en carreras de posgrado, se puede leer: “la investigación cualitativa está
diseñada para obtener mayor cantidad de información con respecto a los motivos
subyacentes de los consumidores, al plantearles preguntas de una manera no
estructurada. Esto permite hipótesis relacionadas con las decisiones del
consumidor y definir mejor las áreas de investigación para determinar las
clases de preguntas que se deben plantear en investigaciones o experimentos más
desarrollados” (Assael, 1998). Es decir, según esta consideración, la
investigación cualitativa es sólo un recurso para relevar lo que luego se va a
investigar; si se piensa así, no se entiende por qué llamarla investigación.
Respecto de
la subjetividad de lo investigado, corresponde afirmar que la investigación
cualitativa, recostada en las Ciencias de lo Humano, la transforma en objetiva;
dicho de otro modo, por vía de la investigación hacemos que lo que en tanto
materia prima es subjetivo advenga objetivo, advenga una ley o regularidad que
da cuenta de comportamientos socialmente significativos. Las tesis de Durkheim
sobre el suicidio como hecho social, de Freud sobre la configuración psíquica,
de Weber sobre los tipos de dominación o de Lèvy Strauss sobre los mitos y
además, de una manera o de otra, el acuerdo
explícito o tácito de todos ellos y de
la más amplia variedad de escuelas de las distintas ciencias por el cual
coinciden en considerar al tabú del incesto como la condición constitutiva de
la humanidad[6], son
muestras elocuentes de cómo lo cualitativo se ocupa de la objetividad
formulando leyes que informan sobre
comportamientos humanos de alcance universal con valor de determinaciones
eficaces.
La
objetividad no está dada por la cuantificación sino por la construcción
conceptual, por la teoría que permite articular datos encontrando relaciones
significativas[7]. Así, por
ejemplo, el tabú del incesto es del todo significativo si consideramos que
representa la frontera entre dos configuraciones conductuales cuyo conocimiento
es relevante para la gestión de las organizaciones, tanto hacia el interior de
las mismas como hacia su afuera, la comunidad en general y las zonas específicas de
interacción social: la tendencia al incesto
simboliza la tendencia a priorizar la pertenencia al propio grupo “primario”[8], en tanto
asumir la prohibición de aquél expresa la tendencia al intercambio con los
otros, el reconocimiento de la terceridad, la proyección sobre el afuera. Así
tenemos la propensión a la endogamia por un lado, simbólicamente a quedarse con
lo conocido, con los vínculos primarios versus la disposición a la
exogamia, a afrontar lo desconocido, a explorar y cultivar el intercambio con
los otros, a interactuar con los otros “clanes” y con el contexto en general;
va de suyo que el conocimiento científico hace maridaje con la disposición a la
exogamia, a la secundarización. Digamos al pasar, que una gestión con vocación
exogámica es la más predispuesta a la concepción estratégica, al reconocimiento
de la competencia, al estudio en profundidad del contexto y a interesarse por
las motivaciones y expectativas de sus destinatarios, electores, audiencias, clientes, consumidores o
usuarios.
Paralelamente
a lo que venimos centralmente exponiendo, el ejemplo brinda una pista en torno
a cómo pensar cualitativamente para obtener el mayor provecho teórico, hacer de la investigación una herramienta
estratégica y ampliar la capacidad de aplicación: elevar siempre al nivel
conceptual de mayor alcance sistemático y empírico (Hartman, 1959), superando
así los límites del empirismo y la literalización. Es decir, se trata de sublimar
en vez de aclimatarse.
Interpretando
a Hegel y también a cómo es retomado o recreado, entre otros, por Marx, Simmel
o Sartre, productos, servicios, ideas, creencias y valores son objetivaciones.
Un aspecto esencial de las objetivaciones es que son la expresión objetiva,
proyecciones, de la subjetividad, que se autonomizan, se objetivan (acéptense
las redundancias) deviniendo cosas y expresiones exteriores a los grupos y
personas que las crearon o las comparten. Por otra parte, toda objetividad no es
más que la manifestación de pactos concientes e inconcientes entre
subjetividades; resumidamente, se puede pensar a la objetividad como
intersubjetividad.
La
investigación cualitativa atiende a la objetividad y la garantiza en la medida
que genera desarrollos conceptuales que permiten integrar datos del campo bajo
estudio aparentemente no conectados y que, al hacerlo –es decir, al integrarlos
o vincularlos- posibilita sistematizar, originando leyes o regularidades que
explican los comportamientos hasta entonces incomprensibles o supuestamente
aleatorios. Más adelante nos referiremos a una condición básica e inexorable
para que lo antedicho se verifique: contar con un método. Describiremos en sus
aspectos sustanciales el Método Vincular[9] cuyo objeto
es la interacción social, destacando que para el mismo la
investigación cualitativa es el instrumento a privilegiar.
Con respecto
a la subjetividad del investigador, podríamos convenir en que se trata de una
objeción atendible. Efectivamente, se da la tendencia a la falta de
sistematicidad en la medida que distintos investigadores cualitativos de la
interacción social adscriben a distintos marcos referenciales
con las consiguientes extrapolaciones frecuentemente poco pertinentes, cuentan
con distintos grados de formación y experiencia, revelan distintos niveles de
compromiso y vocación debidos a factores diversos. La consecuencia, por cierto
indeseada, es la de cierta arbitrariedad: una misma problemática puede llegar a
tener tantas interpretaciones que llevan a tan variadas conclusiones como
investigadores cualitativos existen o, al menos, como escuelas sociológicas o
psicológicas están vigentes; el intercambio fructífero que brinda la pluralidad
para arribar a las síntesis[10] es suplantado
por una Babel de análisis finalmente antojadizos; donde debiera haber
conocimiento hay bullicio.
También para
resolver este deficit vale disponer de un método; fue otra de las motivaciones
que impulsaron a este autor a desarrollar el Método Vincular, con la esperanza de dotar
al estudio de la interacción social de un marco
referencial coherente y, sobre todo, pertinente, específicamente gestado para
dicho objeto.
3.2. Sobre la capacidad para generalizar
En el
desarrollo de 3.1. tácitamente nos referimos a la aptitud para generalizar, o
sea para alcanzar conclusiones que puedan extenderse a un universo determinado
y, a menudo, que hagan al comportamiento de la humanidad en todo tiempo y
lugar. Los ejemplos citados certifican este aserto.
Si estamos
planteando que a través de la investigación cualitativa se llega a la
formulación de leyes o regularidades del comportamiento humano, estamos
diciendo de hecho que tal instrumento alcanza conclusiones generalizables en su
aplicación a la interacción social.
Veremos
luego que el Método Vincular define seis Posicionamientos Vinculares básicos,
los cuales integran una Matriz que representa a todo ámbito de interacción: es
decir, dicha Matriz, resultante de numerosas investigaciones[12]
realizadas en los campos social, político y comercial, es de alcance general.
En rigor, en
investigación se trata de articular lo general y lo particular, lo universal y
lo singular, lo genérico y lo específico, precisando para cada problemática el
alcance; asimismo, se exige cuidar el exacto equilibrio entre la comprehensión
y la extensión, teniendo en cuenta aquello de que “el pensamiento ordenado
brinda la explicación de un máximo de objetos con un mínimo de conceptos”
(Hartman, 1959). Así, por ejemplo, la caracterización en profundidad de cada
Posicionamiento Vincular cuando nos
ocupamos de los comportamientos electorales, difiere de la que hacemos cuando
abordamos los hábitos alimentarios: en su descripción de base coinciden pero en
su análisis de detalle difieren y en el interjuego de tal coincidencia y
diferencia reside la capacidad para generar estrategias y desplegar la
creatividad.
Por otra
parte, todas las ciencias, empezando por las matemáticas, en sus avances
modifican los límites de la generalización y la particularización, tanto para
el microcosmos como para el macrocosmos: la geometría nacida a partir de
Lobachevski precisa y amplía mejor que la clásica euclidiana o, en física, la
ley de la gravitación universal, que sigue con plena vigencia y un alto grado
de generalidad, es superada en los alcances tanto para dar cuenta de lo
particular como de lo general por la Teoría de la Relatividad.
3.3. Respecto del tamaño de las muestras
No es
nuestro deseo impactar, no es nuestro deseo sorprender al lector con juegos retóricos
desconcertantes, pero en este punto en algo de esto quizá incurramos al afirmar
que el tamaño de las muestras merece menor significación de la que
habitualmente se le atribuye. A fin de ser debidamente comprendidos comencemos
por aclarar que es de poca significación porque estamos en la liza de la
investigación cualitativa.
En la investigación cualitativa toda la
significación debe estar puesta en el diseño de la muestra.
El diseño de
la muestra debe atender a las constantes
y, sobre todo, a las variables, el punto álgido por excelencia y que requiere
conocimiento en profundidad de la problemática a investigar, de los objetivos
de la investigación y del universo y su composición. También el diseño de la
muestra debe derivarse, en su concepción, del marco referencial explícito con
el cual se habrá de abordar la investigación.
Aun cuando
el tamaño de una muestra satisfaga al propio investigador y a la gestión que lo
supervisa, contrata o evalúa, puede constituir un espejismo si no se determinan
con la mayor precisión las variables específicas y pertinentes, requisito
inexorable y básico para la conformación de la muestra.
Se recurre
muy habitualmente en la confección de las muestras a variables estándares; las
adoptadas con mayor frecuencia son el género, la edad, el nivel socioeconómico
y según determinadas necesidades, lugar de residencia u otras igualmente
genéricas.
En
investigación social, por lo tanto en la investigación cualitativa y su
complementario, el estudio de cuantificación, las variables deben ser definidas
ad hoc cumpliendo con estas dos condiciones:
}
pertinencia, o sea plena correspondencia con el
andamiaje conceptual de la disciplina y con la teoría que se encara la
investigación, que en nuestro caso, se hallan determinadas y desarrolladas por
el Método Vincular,
}
especificidad, es decir adecuación a la problemática
particular, los objetivos de la investigación y la definición y composición del
universo.
Por supuesto,
como recaudo metodológico de rigor de toda investigación, se requiere además la réplica de control de cada componente
muestral para las distintas técnicas que se implementen.
Puede deducirse
que si se respeta todo lo antedicho, cada investigación cualitativa ad hoc
tendrá siempre el tamaño de muestra que corresponde; pero, reiteremos, tal
tamaño es determinado por criterios cualitativos (y no cuantitativos). Así que,
el tamaño de la muestra es dependiente de la investigación, se subordina a la
misma, y no a la inversa como suele suceder cuando el anhelo de seguridad
sujeto a convenciones se impone al interés por conocer.
3.4. Sobre
la aptitud para predecir
Nuevamente
podríamos apelar a la autoridad que emana de toda la tradición del conocimiento
científico para afirmar de modo contundente la capacidad predictiva de lo
obtenido por vía de las investigaciones cualitativas.
La
investigación cualitativa, en la medida que responda a un método y por lo tanto
se apoye en un desarrollo teórico de alta complejidad, explica y predice.
Casi
encriptada, en las páginas de El príncipe se puede encontrar una ley de
Maquiavelo en torno al gobierno, la dirección o la gestión que podríamos
formular de esta manera:
A mayor concentración del poder por
parte de quien conduce mayor es su capacidad de decisión pero menor la
probabilidad de permanencia y trascendencia de la organización que conduce. A
mayor distribución del poder, disminuye la capacidad de decisión de quien conduce, pero aumenta la
probabilidad de permanencia y trascendencia
de la organización.
Puede
rápidamente detectarse el valor predictivo de esta formulación resultante de un
abordaje cualitativo: en el primer caso, el descabezamiento conllevará el
debilitamiento de la organización; en el segundo caso, la organización podrá
rearmarse y hasta fortalecerse en caso de caída o agotamiento de quien ocupe el
rol protagónico.
Con el
impulso del ejemplo, podemos profundizar, teorizar, en torno a la capacidad
predictiva de la investigación cualitativa.
Podría decirse que el modelo de la predicitividad es como un rompecabezas: se trata de la pieza
faltante. Es decir, si contamos con desarrollos teóricos de alta complejidad,
dados a y b tiene que acontecer c: si “X” concentra
excluyentemente poder (a) y con él toma la totalidad de las decisiones (b),
entonces su caída arrastrará a la organización que hasta ese momento conducía (c);
si por el contrario, “X” comparte el poder (a´) y la toma de decisiones (b´),
aun con su derrota la organización permanecerá (c´).
Le Verrier
predijo la inexorable existencia de un planeta – el que conocemos como Neptuno
– sobre la base de los datos que tenía sobre las órbitas de otros astros; su
descubrimiento fue posteriormente confirmado: contaba con una teoría y la
aptitud para aplicarla leyendo los datos que registraba.
Le Verrier, entonces,
descubrió a Neputno sin verlo. Galileo y
otros notables astrónomos a lo largo de cuatro siglos vieron a Neptuno
pero no lo descubrieron porque no lo reconocieron como planeta: carecían aun de
la teoría en la cual los datos hubieran podido ser asimilados.
Entonces la
clave para predecir no está en lo que pueda llamarse adecuada o incorrectamente
investigación ni mucho menos en las técnicas: se encuentra en la teoría, en la
capacidad de ésta para articular la totalidad de los datos que se presentan en
el campo bajo estudio.
Se puede
argumentar que la predicción está garantizada por los abordajes cuantitativos,
como acontece con los pronósticos electorales. Serlin muestra de un modo exhaustivo y preciso cuántas anticipos fallidos hubo en las
últimas décadas en el mundo y en particular en la Argentina en el último año
(Serlin, 2011).
Las sistemáticas
investigaciones cualitativas llevadas a cabo durante años nos permitieron
arribar a conclusiones acerca del perfil de la política tal como se ejerce y se
desenvuelve en la actualidad: son esperables comportamientos que desconozcan el
contrato entre el electo y el elector, decepciones de los electores, resultados
electorales no previstos por las encuestas, indiferencia, discordancia entre
los resultados electorales y el curso real de la política, circunstanciales
“enamoramientos” a la manera del vínculo líder – masas, etc. Es decir, lo que realmente determina la
marcha de una sociedad en toda su complejidad, sólo puede ser advertido por las
investigaciones cualitativas.
Fue a través
de una investigación cualitativa que en su momento detectamos que en la
sociedad argentina la falta de credibilidad era bidireccional. Contrariamente a
la difusión persistente por la cual se señala el descreimiento de la población
en sus gobernantes y dirigentes, detectamos que el mismo era recíproco: se daba en la población respecto de aquéllos
y, simultáneamente, de los gobiernos y dirigencias en la población. Se deduce
no sólo el alcance para el diagnóstico de una conclusión de esta naturaleza,
sino también su valor pronóstico.
En un campo
como el comercial contamos con numerosos casos en los que hemos detectado
espacios vacíos de mercado que fueron exitosamente cubiertos por marcas
lanzadas para ocuparlos o tendencias de consumo y uso. Lo mismo vale para el
campo social en general, como por ejemplo acerca de cómo encarar campañas de
prevención.
3.5. Acerca del desempeño de los investigadores cualitativos
Hemos
aludido ya a la incidencia que el comportamiento atruibuido a investigadores
cualitativos tiene sobre las opiniones que tienden a descalificar a la
investigación cualitativa aplicada a los campos social, político y comercial,
es decir a lo que se conoce como investigación de mercado o de opinión pública.
Convinimos en que es atendible la objeción acerca de
que la subjetividad del investigador cualitativo es un factor a considerar a la
vez que dejamos en claro que este aserto no da derecho a transferir dicha
limitación a la investigación cualitativa como tal.
Vinculamos
la falta de sistematicidad de los investigadores cualitativos, sobre todo, con
la adscripción a los variados y; con frecuencia, divergentes enfoques (a lo
cual se suman las diferencias entre investigadores atendiendo a la idoneidad y
vocación de cada uno o, en el mejor de
los casos, de cada equipo).
Sistematizar
supone definir un objeto y contar con el método para su estudio.
En nuestro
caso el objeto es la interacción social para cuyo estudio hemos
desarrollado el Método Vincular. Anticipemos a cuenta de su desarrollo en este
texto más adelante, que al adoptar tal objeto estamos centrándonos en el
vinculo entre actores -organizaciones- lo cual exige el abordaje en simultáneo de cada
uno.
Esto exige
la producción de teoría específicamente destinada al efecto con la consiguiente
gestación de metodologías y técnicas y la readecuación de las preexistentes.
Volviendo a
lo que acontece con un importante número de investigadores cualitativos, lo más
destacable como causa de su desempeño podemos verlo a través de lo que señala
Serlin en el trabajo que presentara en el ECON 2011: “los investigadores ‘debieran’ reflexionar acerca de sus propias
conclusiones cuando realizan tareas científicas y tecnológicas, pero que la
empiria muestra que no lo hacen, y ello sucede con más frecuencia que lo
deseable”.
De las
diferentes formas de reflexividad que Serlin enuncia, la más relevante para el
tópico que estamos exponiendo es la epistémica, sobre la cual afirma: “implica
que el investigador y el practicante intenten pensar sobre su propio
pensamiento excavando, articulando, evaluando y en ciertos casos transformando
los supuestos metateóricos que despliega al estructurar las actividades de
investigación, así como al aprehender e interpretar lo observado. Aquí, la
implicación es que los investigadores deben considerar sus propias estructuras
y lógicas de investigación como en sí mismas investigables y no inmutables, y
al examinar cómo somos parte de nuestros propios datos, nuestra investigación
se convierte en un proceso recíproco”.
Cuando el
investigador, en cualquier disciplina, no revisa sus basamentos, naturaliza sus
enfoques suponiéndolos validados para siempre. Particularmente lo
históricamente observable entre investigadores cualitativos de opinión pública
y mercado es la extrapolación entre ingenua y tenaz de marcos referenciales
desarrollados para otros objetos de investigación. Al respecto lo mas notorio
es la transferencia de cuerpos conceptuales de determinadas teorías y
corrientes sociológicas, sociopsicológicas y psicológicas al comportamiento del
ciudadano, del usuario o del consumidor. Junto con eso se incurre en el
divorcio entre tal término y su partenaire interactuante, lo que se ofrece. Dicho
divorcio o, lo que es lo mismo, aislar a un actor (demanda, audiencia, electores, etc) para su estudio induce a
investigar su comportamiento como si el mismo guardara total autonomía respecto
del actor o actores que proponen u ofrecen; el camino queda entonces fácilmente allanado para aplicar el
marco referencial que se domine en lo referente al comportamiento humano
genérico, a la vez que se incurre en la falacia de suponer que propuestas de
los gobiernos, dirigentes u oferentes, productos y servicios, son meras sublimaciones de los ciudadanos, electores, audiencias,usuarios, consumidores.
En tiempos más
recientes, a la manera de una reacción alérgica y sintónica con las tendencias
empiristas en boga, pareciera que numerosos investigadores cualitativos de
opinión pública y mercado hubieran renunciado a la teoría y la interpretación
de la información que se releva¸ deviniendo en recolectores literales y
prolijos de emergentes de grupos y entrevistas en profundidad a ciudadanos,
consumidores y usuarios.
De tal manera,
en tácito acuerdo con clientes o contratantes, pareciera que un conjunto de
investigadores cualitativos hubieran resuelto tirar la teoría y todo atisbo de
hermenéutica por alguna ventana y circunscribirse a recopilar y ordenar
emergentes, sin considerar que inexorablemente siempre subyace algún marco
referencial. Cuando no se explicita y se aplica un cuerpo conceptual, una
teoría, se incurre en la celebración de los prejuicios y se propicia la ilusión
de que “sólo la verdad y toda la verdad” está contenida en las opiniones
manifiestas de quienes fueron indagados a través de las técnicas estándares. Se
llega además a un grado tal de reducción de la libertad y la creatividad,
requisitos de la investigación, que se encorseta la indagación estableciendo,
por ejemplo, que los paneles de ciudadanos, usuarios y consumidores deben
coordinarse de tal modo que se “enfoquen” en el tema de interés del eventual
cliente o contratante, ignorando que la pertinencia responde, sobre todo, al
principio de que lo que pueda parecer prima facie impertinente, el investigador
debe hacerlo pertinente (o sea, no se trata de reprimir lo que pueda parecer no
pertinente sino de tomarlo como materia prima de análisis en profundidad de
gran potencial explicativo y creativo).
4. Una taxonomía a revisar
Se ha
generalizado, y hasta vulgarizado, una clasificación que requiere ser revisada
a fondo: investigaciones cualitativas / investigaciones cuantitativas.
Adoptando
con naturalidad tal clasificación, se compara o se contrasta poniéndolas en un
supuesto plano de igualdad a las citadas, y figurados, tipos de investigación.
Se las trata como si fueran opcionales, como caminos alternativos que
desembocan en distintas resultantes adecuadas a distintos requerimientos.
Ya hemos
señalado que la investigación implica un objeto de estudio formal (como ya
veremos, una relación, o, más precisamente un conjunto de relaciones) y un
método. Supone entonces, una teoría de alta complejidad capaz, para cada
investigación, de plantear debidamente el problema y las hipótesis –que
inicialmente podrían dar cuenta de tal problema- a verificar, ampliar y
precisar. En cada investigación se parte de un nivel de complejidad para
arribar a otro nivel de complejidad de mayores alcances sistemático y empírico.
De esta manera estamos encarando epistemológicamente la investigación
afirmándonos sobre todo, en la vertiente constructiva de la epistemología[11].
Estamos
postulando, entonces, que la taxonomía que estamos analizando en este punto
carece de sustento epistemológico, puesto que la investigación cursa por un
único andarivel. Lo que habitualmente se denomina investigación cuantitativa o
lo que se inscribe dentro de la categoría “investigaciones cuantitativas” se encuentra
en una zona de cierta ambigüedad.
Por un lado,
esta categoría hace referencia a
conteos, que aun cuando se sustenten estadísticamente, no dejan de ser tales.
La aplicación de la estadística hace que los conteos traten de ser confiables, habida
cuenta, sobre todo, de que se implementan sobre la base de muestras que deben
representar al universo que se releva; éste es el caso, típicamente, de los censos.
Por otro
lado, en la misma categoría, “investigaciones cuantitativas”, se incluye a
relevamientos que contienen lo que se conviene en llamar “profundización” por
la cual se incorporan preguntas abiertas, semicerradas, escalas, etc.; es
habitual, en estos casos,
referirse a “investigaciones cualicuantitativas”, con lo cual de hecho se
admite que sin tales incorporaciones, se trataría de conteos.
No cabe
dentro de los alcances y fines de este texto realizar una crítica en
profundidad ni mucho menos exhaustiva de las llamadas “investigaciones
cuantitativas”. Haremos algunos comentarios que entendemos son suficientes para
dejar en claro la falta de pertinencia de esta categoría y, por lo tanto, la
necesidad de revisar la taxonomía sobre la cual se basa.
En
principio, hacemos notar que de hecho se sustentan en criterios cualitativos,
ya que lo que se indaga se basa en lo que se obtuvo por vía de la reflexión o
por vía de la investigación previa, desde el relevamiento de preferencias de
marcas de los consumidores en un rubro determinado hasta las opiniones sobre
gobernantes y candidatos. Indagar acerca del rol en las expectativas del
consumidor de la relación
costo-beneficio o de la presentación de un producto hasta cuánto incide el
atributo de la honestidad[12]
en la imagen de un dirigente político, social o gremial, suponen criterios
cualitativos basados en conceptualizaciones
o creencias habitualmente no explicitadas. Es de destacar que, en la medida que
no se profundiza la investigación ni se acomete la tarea de ejercer la
reflexividad sobre ella se terminan anquilosando
estos criterios, se termina naturalizándolos y se terminan ignorando los
procesos realmente determinantes, para acceder a los cuales se requiere
justamente superar los límites que imponen los conteos y las encuestas. Si,
como acontece a menudo, las “investigaciones cuantitativas o
cualicuantitativas” se circunscriben a la intención de voto de los postulantes,
tal como están las cosas en todas las latitudes, se les escapan aspectos
francamente determinantes tales como la declinación de la cultura política, la
falta de credibilidad recíproca dirigencias-poblaciones y la carencia de
proyectos convocantes o de configuraciones ucronotópicas colectivas.
Concurrentemente,
las “investigaciones cuantitativas”, afirmadas sobre la presunción de que las
sociedades son agregaciones de individuos, desconocen la estructuración social
y por lo tanto, ignoran cómo juegan los
liderazgos, la interacción entre organizaciones, grupos y personas, los
procesos de influencia y toda una variada gama de comportamientos que inciden
significativamente en la dinámica sociopolítica.
Las
consecuencias de dar a los conteos (o sondeos o encuestas) la entidad de
investigaciones acarrea consecuencias inquietantes o desafortunadas.
Nos
detendremos lo más brevemente posible en algunas que seleccionamos por sus particularmente
oscurantistas efectos.
El
conocimiento científico supone el continuo envío al ostracismo de la
sustancialidad para instaurar relaciones, proceso destacable como una de las
adquisiciones de la modernidad; así, por ejemplo, la química destronó a la
alquimia, los desarrollos de la física establecieron que es en la relación
entre los cuerpos que emergen los comportamientos de la naturaleza (v.g., el
peso pasa a ser considerado una relación y no una propiedad de las cosas), etc.
Esta nueva lógica también, con el avance del pensamiento científico, gana
terreno en las Ciencias de lo Humano, especialmente a partir del siglo XIX. En
resumen, el antiguo pensamiento por atributos es desterrado por el moderno –y
complejo- concepto de relación: un tipo de calzado, por ejemplo, no es por sí
mismo flexible sino en relación con el pie y con otros zapatos, zapatillas o
sandalias; del mismo modo, considerando un atributo tan presente en las
encuestas de opinión pública, un dirigente es tenido por honesto en el marco de
una moral que significa a dicha cualidad
y en comparación con otros dirigentes que son visualizados como poco honestos o
deshonestos. Las llamadas investigaciones cuantitativas desconocen este modo de
pensar, conocer o investigar retrotrayendo a la creencia de que productos,
servicios, instituciones o personas poseen per se propiedades, absolutizando lo
que es relativo (en la acepción epistémica de este término y no en el empleo
vulgar desvalorizante).
Otro efecto
no deseable es el debilitamiento, cuando
no la descalificación, de la teoría. Bajo la suposición de que las
“investigaciones cuantitativas” registran hechos, supuesta información
transparente sin la mediación de interpretaciones, la teoría, las
conceptualizaciones y hasta todo intento de elaboración que suponga alguna
distancia con lo relevado es juzgado como especulación ociosa, oscurecedora o
distorsionante y, subrepticiamente,
inclusive como charlatanería. Cabe puntualizar que quien releva, releva datos:
es decir, información que necesariamente pasa por el tamiz de la
interpretación; dicho de otro modo, un investigador es siempre un intérprete,
que cuando no asume concientemente un marco referencial es inducido
inexorablemente por creencias no controladas, finalmente prejuicios. Es prejuicioso
suponer que la honestidad es un valor decisivo para un electorado, que la clase
media es conservadora o vacilante, que
la inseguridad se reduce a la acción de delincuentes comunes y complicidades
policiales, que las preferencias por segundas marcas obedece únicamente al
nivel de precio, que los niveles socioeconómicos más bajos buscan
constantemente imitar a los más altos, que los comportamientos tenidos por
inadaptados de los adolescentes son efecto de la crianza hogareña, que la
insatisfacción de las sociedades hay que buscarla en los ítems de las agendas
convencionales, etc.
Si fuera
posible listar la totalidad de “verdades de hecho”, de certezas que
caracterizan a los abordajes que estamos analizando, se vería cómo los lugares
comunes predominan a expensas del conocimiento científico siempre tributario de la
teoría.
Es curioso
ver con frecuencia cómo quienes se atienen a las “investigaciones
cuantitativas”, a los “hechos”, al registro sin mediaciones, cuando son
abordados para que den cuenta de las inconsistencias o los interrogantes que
surgen dada la información relevada, recurren a elucubraciones circunstanciales
contaminadas sea con la taxatividad de quien se percibe figura autorizada, sea
–por lo contrario- con el paraguas abierto del “yo creo”.
Lejos de la
teoría, lejos de toda construcción conceptual, lejos de toda vocación por
interpretar, lejos de toda problematización ante los datos emergentes, toda la
información así obtenida, revelada o difundida, constituye una suerte de
fotocopia de la opinión estandarizada; no es más que una puesta en orden de lo
“ya sabido”, de las creencias generalizadas. Hasta se hace gala de cómo el
sentido común se puede imponer sobre el pensamiento complejo indebidamente
traducido como “complicado”.
El efecto es
el achatamiento, un grado tal de apego a lo que se recoge y tal carencia de
insumos conceptuales que le permitan al investigador tomar la distancia
necesaria de los datos, que éste queda impedido para encarar análisis y
alcanzar conclusiones que cuenten con potencial explicativo y predictivo.
Precisamente la teoría como plataforma de despegue, como ruta y como puerto de
destino es, sobre todo, distancia. En el nivel de los datos tenemos
inconsistencias y lagunas: todo es interrogante y como tal debe ser tratado.
Quedarse en
el apego a los emergentes genera sensación de seguridad, convalida el
conformismo, evita el cuestionamiento, genera la impresión de estabilidad,
lleva al sentimiento de que la realidad es dominada. Claro que conlleva la
negación, más precisamente la renegación y de tal manera la inhibición para
conocer; también tiene por efecto que se resigna la exploración y
sistematización de los determinantes eficaces de los comportamientos relevados,
anquilosándose en una rutina de reiteraciones contumaces e improductivas.
Finalmente,
el repliegue sobre las llamadas investigaciones cuantitativas implica la
renuncia a la concepción estratégica. La estrategia, junto con la relación, la
teoría y la explicación en profundidad es sacrificada en el altar de la
devoción por los “hechos” de fácil transmisión, aptos para presentarse
prolijamente y sin alterar ninguna certeza.
Los
abordajes cuantitativos despojados de todo anclaje en conceptualizaciones
complejas ocluyen el acceso a los niveles de análisis en profundidad que se
requieren para el diseño de estrategias. Por el contrario, favorecen el
seguimiento de las opiniones propiciando acciones y, en el mejor de los casos,
tácticas que se agotan rápidamente para dar lugar a las que como una vorágine
se pergeñan para sustituirlas.
Nos
encontramos entonces con el tipo de gestión que responde a la demanda, a los electores, a la audiencia o, más
preocupante aun, a lo que se cree que esperan tal demanda, electores o audiencia, dando lugar a los
comportamientos zigzagueantes o espasmódicos que a menudo son coronados con sentencias
del tipo “la gente no sabe lo que quiere”, escamoteando la toma de conciencia
de que es quien conduce el que carece de rumbo[13].
La
estrategia supone definición de objetivos y el trazado del rumbo para
alcanzarlos, lo cual implica a su vez el ejercicio de la conducción, a la cual
en otro lugar hemos conceptualizado como la articulación de iniciativa y
síntesis (Rojas Breu, 2002). El seguimiento
sumiso de los resultados de las encuestas o “investigaciones cuantitativas”
es uno de los comportamientos más distónicos respecto de la concepción
estratégica[14]
Es entonces nuestra conclusión que la
taxonomía que motiva el desarrollo que hemos hecho en este punto, requiere ser
revisada y, más aun, superada. Concebimos a la investigación como una única
categoría englobadora que se define, reiteramos, por el objeto de estudio y el
método para dar cuenta del mismo. Esto implica que toda investigación, en los
términos en uso, es básicamente cualitativa y complementada por estudios de
cuantificación, estadísticamente confiables y validados, que tienen por
finalidad establecer la magnitud de las conclusiones a las que se llega
cualitativamente.
5.
Método Vincular e investigación cualitativa
El Método Vincular es la disciplina científica que
tiene por objeto la interacción social.
Otra manera de definir tal objeto es la interacción entre las organizaciones,
sus públicos y la sociedad.
Sobre el Método Vincular se dispone de publicaciones
varias, en particular el libro de mi autoría Método
Vincular. El Valor de la Estrategia de 2002, el cual es citado en la
Bibliografía.
Acá sólo destacamos que el Método Vincular:
} privilegia a la investigación cualitativa como
herramienta, al punto de ser el Método que establece Posicionamientos de Marcas
– institucionales, de todo tipo de organizaciones, de servicios y de productos – y diseña Estrategias
sobre la base de tal herramienta,
} dota a la investigación
cualitativa de un cuerpo conceptual y de pautas propias para su cometido.
A la vez, da un lugar a los estudios de cuantificación
como complementarios a los fines de establecer magnitudes para las conclusiones
alcanzadas por medio de la investigación cualitativa.
También, desde luego, recurre a información de
carácter cuantitativo, pero bajo el entendimiento de que se trata de censos, relevamientos
o diferentes tipos de conteos según la fuente de que se trate.
Bibliografía
Libro
Rubén
Rojas Breu.(2002): Método Vincular. El
valor de la estrategia. Ediciones Cooperativas de Buenos Aires. 2002
Otras
publicaciones
Rubén Rojas Breu (2012): Consideraciones acerca de la relación entre
la investigación cualitativa y la gestión.Buenos Aires. CIAP FCE UBA.
Rubén Rojas Breu (2012). La
investigación cualitativa como herramienta primordial de la dirección. Buenos Aires. CIAP FCE UBA.
[1]
Entendemos la interacción social justamente como una interacción
compleja de la que participan todas las áreas del comportamiento humano:
cultural, social, política, comunicacional, psicológica y económica. De esta
manera transponemos los estrechos límites de la versión tradicional, todavía
con cierta vigencia, asentada en la idea del homus economicus.
[2]
Edgar Morin precisamente llamó a su Método, Método de la Complejidad (1977)
atendiendo a la pluralidad de perspectivas que exige el conocimiento de lo real
incluyendo el comportamiento humano.
[3]
Deberíamos decir que las resistencias se han dado con los abordajes
cualitativos de las Ciencias en general; los ejemplos de lo padecido por
Galileo, Bruno o Servet así como las objeciones y censura, aún vigentes, a la
teoría de la evolución de las especies, particularmente la de Darwin, entre
tantas referencias que podrían hacerse acerca de los obstáculos que debieron y
deben superar las Ciencias de la Naturaleza, son demostrativos de cuánta
oposición suelen afrontar los abordajes cualitativos.
[4]
O sea, según esta opinión, las
conclusiones de una investigación cualitativa se basarían en “especulaciones
teóricas” y, además, cada investigador cualitativo tiene su propia “teoría”.
[5]
Entrecomillamos “complejidad” porque en el lenguaje común se confunde lo
complejo, propio del conocimiento científico, con lo complicado, del mismo modo
que se sinonimiza lo simple, que interactúa con lo complejo, con la
simplificación. Lo simple, atendiendo a Bachelard, “es lo que debería haberse
pensado”; simple es establecer que la velocidad es la relación entre espacio y
tiempo: ¡cuánta complejidad encierra esta simple fómula!
[6]
Dos consideraciones al respecto: hay quienes niegan el alcance universal del
tabú del incesto debido a que se atan a su nivel más manifiesto, como si el incesto se refiriera sólo a las
relaciones consanguíneas más elementales. La otra consideración, es que
oportunamente hemos rebautizado al tabú del incesto como ley de la
institucionalización exogámica (Rojas Breu, 1990)
[7]
Permítasenos un sarcasmo: en un campo como el de la física, aparentemente tan
alejado de las Ciencias de lo Humano, según la leyenda con la caída de una,
sólo una manzana, Newton formuló la ley de la gravitación universal.
¿Newton tendría que haber esperado a que bosques de manzanos distantes entre sí
se desprendieran de miles de sus frutos en su presencia y con planillas en la
mano?
[8]
Luego haremos una rectificación de este uso, en la medida que la clasificación
de Cooley sobre grupos primarios y secundarios nos parece limitativa y
revisable; en este tramo del texto, a los fines de este ejemplo, con propósito
expositivo, mantendremos tal versión de Cooley.
[9]
Rojas Breu, 1980. Difundido desde entonces a través de cursos y publicaciones
así como actualizado continuamente sobre la base de investigaciones
cualitativas.
[10]
Usamos síntesis de acuerdo al pensamiento formal, es decir, como relación o
articulación de relaciones; un ejemplo de síntesis es la fórmula de la
velocidad que antes recordamos; con esta expresión propia de la ciencia,
también se da cierta vulgarización que la hace
equivaler a “resumen”.
[11]
Ya nos referimos a las dos vertientes básicas de la epistemología: la de
vigilancia o superivisión del proceso que lleva al conocimiento científico y la
de fuente e inspiración para la generación del mismo.
[12]
Señalemos de paso que el atributo de la honestidad es no pertinente y carece de
suficiente consistencia como para darle el peso que se le da en los análisis de
opinión pública: resulta de una superposición indebida del campo de la moral
sobre el de la política. Se ha visto en la práctica y en todo el mundo que la
supuesta honestidad o la supuesta falta de honestidad asignadas a los dirigentes influyen poco y nada en el curso que siguen
las sociedades.
[13]
Entre el sinfín de ejemplos a los que podríamos apelar para ilustrar esto
podemos citar el de un gobernante de determinada jurisdicción que a causa de
los resultados de encuestas que mostraban la elevada imagen positiva de otro
gobernante rival, decide dar marcha atrás con una decisión, según comenta el
periodista Morales Solá en su columna del diario argentino La Nación del 14-03-12.
[14]
Somos concientes, so pena de incurrir en ingenuidad, que una misma gestión
puede hacer seguidismo de las encuestas en relación a algunos asuntos y decidir
sobre la base de su criterio en otros, pero esta hibridez no la exime de la
ausencia de estrategia y más bien la pone en un andarivel en el que se alternan
el acatamiento y la arbitrariedad.
Rubén Rojas Breu
Buenos Aires, junio 2018
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