viernes, 12 de mayo de 2023

INTERRELACIÓN ENTRE PSICOLOGÍA Y ECONOMÍA

 



 

Rubén Rojas Breu

TRES TEXTOS SOBRE

LA INTERRELACIÓN ENTRE PSICOLOGÍA Y ECONOMÍA

 

Sobre estos textos

Con motivo de presidir en 1995 el Congreso de Psicología organizado por la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires bajo el título La profesión de Psicólogo y sus especialidades impulsé vigorosamente la interdisciplina.

Con tal convicción llevamos a cabo una Jornada sobre la interrelación entre Psicología y Economía de la cual participaron psicólogos, psicoanalistas, sociólogos y economistas.

En tal Jornada y a través de la difusión a posteriori me ocupé de esta fascinante y compleja interrelación dando a luz estos tres textos, que por lo tanto tienen casi treinta años de paridos.

Vuelvo a ponerlos a disposición en su versión original, en crudo, prácticamente sin depuración ni actualización.

Debo enfáticamente dejar en claro que me ocupo en estas publicaciones de la interrelación entre ambas ciencias y competencias profesionales desde un ángulo inusual: el de, discúlpese la redundancia, el de la interrelación.

Lo habitual o frecuente hasta el hartazgo es el abordaje en torno a los efectos que los procesos económicos tienen sobre el ánimo, sobre la psique o sobre la salud mental. Se incurre generalmente en simplismo, redundancias y en un determinismo meramente conductista según el cual la insatisfacción o la inestabilidad económica altera el equilibrio psíquico de las poblaciones y las personas, sin ahondar, sin ir más allá.

Por lo tanto, asumo tratando de no incurrir en pedantería que la perspectiva que acá propongo es original o, al menos, distinguible respecto de los análisis que generalmente se difunden tanto en los ámbitos académicos como en libros, publicaciones especializadas y medios de comunicación en general.

Al mismo tiempo, debo ser justo: hay quienes acometieron esta interrelación con similar mirada a la que expongo por mi parte y, reconociendo su mérito y sus aportes, como se verá los menciono y cito.

Destaco que estos textos no son propiamente ensayísticos, aunque algo de tal perfil poseen o parezca que poseen.

 

Son textos basados:

En mi formación científica

En mi trayectoria y acción política

En las numerosas investigaciones que llevé a cabo en el dominio de las Ciencias de lo Humano

En mis desarrollos teóricos dentro del campo de tales Ciencias y, particularmente, en mi creación más difundida, el Método Vincular.

 

 

 

 

 

 

 

 

Texto 1

 

La interrelación entre Psicología y Economía:

¿intersección ocasional o interacción permanente?

                                                                                  

Si bien hay una historia de aportes en torno a la interrelación entre la Psicología y la Economía en los niveles macro y micro -en los comportamientos de sociedades, organizaciones, grupos y personas- es notorio que tal interrelación no está asumida de un modo sistemático ni debidamente profundizada.

Nombres destacables de quienes percibieron en profundidad esta interrelación son los del británico Lord J. M. Keynes, el húngaro George Katona, el polaco alemán Kurt Lewin y la francobúlgara Julia Kristeva.

Ésta última desliza, incluso, una advertencia: " La existencia de las Ciencias Económicas está en juego. Reflejadas sobre la racionalidad, dejan el campo libre a los psicólogos, y por qué no, a los semiólogos.".

Atendiendo al subtítulo voy a desarrollar la tesis de que entre Psicología y Economía existe una interacción permanente y sistemática -en lugar de una intersección ocasional, como habitualmente se presume-.

Aunque parezca una obviedad, quizá valga señalar que todo proceso o actividad económica es una conducta humana. Como tal integra, contiene y conjuga aspectos y determinaciones políticas, culturales, sociales y también psicológicas (o psíquicas) y económicas.

Lo psicológico no constituye un ruido, una interferencia o una intromisión extraña, indeseable e imprevisible en una determinada circunstancia económica; todo lo contrario, la dimensión psicológica está siempre presente desde el momento que los intercambios económicos se dan entre organizaciones, así como entre personas que piensan, sienten, creen y hacen.

En una circunstancia complicada o inquietante sea en la macroeconomía (nacional, regional o global) o en la microeconomía (hogar, empresa o institución) lo psicológico no surge de la nada, no irrumpe alocadamente: simplemente, pasa de un estado de latencia, de un estado no observable según la mirada económica a un estado patente, claramente manifiesto, tangible. Se hace palpable, patéticamente palpable, lo que estuvo, está y estará siempre presente.

Una metáfora quizá ilustre mejor lo que queremos decir: un terremoto hace dramáticamente perceptibles los movimientos terrestres; la Tierra se mueve permanentemente y también permanentemente se mueven las placas subterráneas; cuando tal movimiento supera un determinado umbral, se hace sentir del modo catastrófico que es el terremoto.

 

Los procesos psicológicos y los procesos económicos, entonces, están desde siempre y desde la base misma, intrínsecamente interrelacionados, determinándose, influyéndose, condicionándose.

Tal interrelación es bidireccional: lo Psicológico influye decisivamente sobre lo Económico y lo Económico lo hace a su vez sobre lo Psicológico.

Por tanto, no cabe una jerarquía de saberes y disciplinas: ni la Economía tiene más significación que la Psicología ni viceversa. Desde por qué alguien prefiere optar por una Caja de Ahorro antes que por una Cuenta Corriente hasta por qué se desatan fenómenos como la hiperinflación o la caída generalizada de los valores, así como desde la decisión de iniciar un tratamiento psicoanalítico hasta la salud mental, lo psicológico y lo económico cumplen su papel por igual.

Lo psicológico y lo económico tienen un rol igualmente importante en el desarrollo, el crecimiento, las inversiones, etc. A su vez, acciones y campos espontáneamente ubicables en el ámbito psicológico, tienen también influencia de la dimensión económica: desde la decisión personal de iniciar una psicoterapia hasta las políticas de salud mental.

Concretamente, comportamientos económicos manifiestos encierran motivaciones psicológicas latentes y, a su vez, comportamientos psicológicos a la vista contienen motivaciones económicas enmascaradas.

Coherentemente con lo antedicho, también es conveniente superar las ideas prejuiciosas de que la Economía es empírica, realista y práctica en tanto la Psicología sería especulativa, idealista y retórica; o que la Economía es utilitaria y racional mientras que la Psicología es simbólica o atiende sólo a lo emocional. Pensar así sólo beneficia precisamente a los economistas de bajo vuelo y nula creatividad y a los psicólogos "guitarreros" y con vocación por lo críptico.

Tanto la Economía como la Psicología atienden a lo simbólico, desarrollan cuerpos conceptuales, interpretan datos, diseñan estrategias y proponen cursos de acción. Por ejemplo, la Economía se ocupa de la moneda, símbolo de símbolos y por su lado la Psicología se ocupa del humano como agente de producción de recursos.

 

Hecha esta introducción, paso a centrarme en uno de los dos vectores: el de la acción de la dimensión psicológica sobre los procesos económicos. Adopto este ángulo de la interrelación por dos motivos:

 

  • Porque está mucho menos tenido en cuenta que el vector inverso. Así, por ejemplo, hay muchos desarrollos y bastante conciencia general de los efectos de la inflación o de la recesión sobre la psique mientras que -como ya lo anticipara-, poco se ha trabajado conceptual y prácticamente acerca de las causales psicológicas de la inflación, la recesión y la pobreza o del desarrollo, la ocupación y la riqueza.
  • Porque es el más conocido e investigado por mí, el más compatible con mi especialidad.

 

 

Al presentar la cuestión de la dimensión psicológica como significativamente interviniente en los procesos y comportamientos macro y microeconómicos, estamos dando entidad conceptual y un lugar sistemático, significativo, a lo que habitualmente se categoría como lo irracional junto a lo racional, al inconsciente junto a la conciencia.

Así, estamos dejando de lado la idea del humano (persona, grupo, organización o sociedad) y de la Humanidad misma como algo única y enteramente racional, caracterizada por conductas previsibles o comportamientos mecánicos al estilo del principio de acción-reacción de la Física.

La persona y cada organización o grupo son amalgamas de racionalidad e irracionalidad, de conciencia e inconciencia, de intencionalidad e indeterminación.

Por tratarse de esa conjunción, los comportamientos económicos deben ser objeto de estudio y de trabajo profesional interdisciplinario.

Si no, las consecuencias son:

  •  Que lo psicológico no evaluado a tiempo, surja con fuerza volcánica en el peor momento dando lugar al pánico, quebrantos generalizados, etc.
  • Que cuando la macro y la microeconomía viene mal se acuda a la brujería, pasando de los enfoques tecnocráticos al pensamiento mágico ("esto lo puede explicar bien mi amigo el astrólogo" fue así dicho por un funcionario de primer nivel del gabinete del gobierno argentino a propósito del comportamiento errático de las Bolsas).

 

Una aplicación de lo que queremos decir:  interpretaciones que se pusieron en boga en ocasión del tequila y del arroz ahora señalaron a la "desconfianza" como causal de los comportamientos macroeconómicos no controlables. Esta casi superficial interpretación invoca a lo irracional y a aspectos no conscientes que por definición son ajenos al campo de la Economía. Corresponden al ámbito de la Psicología.

Ahora bien, confianza deviene del latín "fides", acepción que rigurosamente traducida es "fe" en español. Psicológicamente, hay confianza o fe cuando una comunidad deposita en un líder sus expectativas, sus afectos, sus sentimientos de pertenencia y de hecho, hasta sus pertenencias. Dicho líder puede ser una persona o un grupo, una organización o un sistema. Se supone que las sociedades más evolucionadas asignan el lugar de liderazgo a la propia sociedad en su conjunto, en tanto las menos evolucionadas son de carácter más tribal y tienden a asignar tal función a un caudillo.

Bien; la desconfianza sería el efecto de un quiebre en el vínculo entre la sociedad y el que o lo que ocupa el lugar del liderazgo.

Ejemplifiquemos: si un crac en Hong Kong resquebraja o torna inestable al sistema financiero internacional, es porque consciente o inconscientemente esa plaza representaba el lugar de liderazgo en una determinada circunstancia. Si ocupaba ese liderazgo es porque era mucho más que depositaria de valores económicos: era, inexorablemente, portadora de una imagen y de un posicionamiento sumamente fuerte, aunque posiblemente inconsciente que conjugaba creencias, ideas, afectos y valores no económicos. Por ejemplo, podía ser representativa de la potencia tecnológica, de la capacidad de desafío, de la mística oriental, del culto del trabajo, de la perseverancia; podía, por ejemplo, responder a un paradigma tan inconsciente como ancestral para la especie humana: el de "isla titánica" tal como la propia Inglaterra en su era imperial, "isla o islas titánicas que le pueden con éxito a los continentes". Recordemos que también Creta o Sicilia fueron "islas titánicas" en la antigüedad. Japón también se inscribe en la misma tradición y, por nuestro lado, sin ser "titánicas", las Malvinas son algo así como símbolo de la heroicidad para los argentinos (las Malvinas, no sus actuales habitantes).

El pánico, estudiado por Freud, es combinación de sorpresa y susto, combinación resultante de la pérdida súbita de un liderazgo: según el relato bíblico, Judith logra la retirada en pánico del ejército sitiador saliendo de la carpa de su enemigo Holofernes (al cual había seducido) con su cabeza separada del cuerpo.

Katona relata que en 1957 el cataclismo económico en los Estados Unidos de Washington es consecuencia lineal y directa del lanzamiento inesperado del Sputnik, lanzamiento que les hizo sentir a sus habitantes que su país había perdido súbitamente el liderazgo: literalmente, de la noche a la mañana, había sido "descabezado" o había dejado de ser cabeza en el desarrollo de la carrera espacial.

Según mis propias investigaciones, en los comportamientos inflacionarios hay un fuerte componente megalomaníaco de organizaciones, grupos y personas. El liderazgo está puesto en sí mismo, traduciéndose en la creencia tan férrea como inconsciente de que "lo mío vale más": el encadenamiento de tales creencias hace un aporte notable al proceso inflacionario hasta desembocar en la hiperinflación cuando cada persona, cada grupo y cada organización ha dejado de creer en sí misma; o sea, cuando -simbólicamente- se ha "autodecapitado".

Conclusión básica: se impone para el futuro inmediato y mediato tener en cuenta la interrelación más que significativa entre las dimensiones psicológica y económica, lo cual implica empezar a investigar sistemática y rigurosamente todos los aspectos concurrentes aun no explorados de tal interrelación. Necesariamente es una labor interdisciplinaria que ayudaría al planeta, a las regiones, a los países y a los hogares a ponerse a salvo a tiempo de terremotos inevitables y a disolver tempestades evitables con estrategias debidamente diseñadas y acciones oportunamente aplicadas.

 Asimismo, y en su versión más optimista, conocer a fondo tal interrelación proporcionaría herramientas clave para elaborar estrategias de desarrollo, para favorecer la justicia social, para alcanzar una mucho mejor sintonía entre la macro y la microeconomía.

 

 

Texto 2

 

APUNTES SOBRE PSICOLOGÍA Y ECONOMÍA

 

Los mercados son complejas interacciones entre oferentes y demandas.

Los mercados cubren desde bienes de uso y de consumo hasta servicios y valores.

Todo está involucrado en los mercados: no sólo la relación costo-beneficio sino el poder, las imágenes, las creencias, las identificaciones, las aspiraciones, los temores, los celos y las envidias, la imitación y la diferenciación, los sentimientos de pertenencia, los conflictos, etc.

Saber esto nos permite entender desde la angurria o la heladera vacía de hogares de clases altas hasta el uso de calzado deportivo de marcas líderes por parte de chicos de la calle. No es sólo el beneficio económico el que explica las conductas económicas. Esto sería una explicación reduccionista y, como todo reduccionismo, un ejercicio despótico.

Estudiando a fondo mercados y operando sobre ellos, a cada paso se encuentran determinaciones psicológicas de conductas que a primera vista parecen sólo económicas.

Cito un caso representativo de muchos:

Una empresa comercial líder de propiedad familiar, cuyos dueños buscan a través de su acelerado crecimiento dos satisfacciones fundamentales:

  • Reivindicar al padre, el cual hasta una década atrás en virtud de su modesto local era maltratado (según la versión familiar) por parte de proveedores y competidores.
  • Superar o evadirse de las tendencias depresivas que padece la madre.

Conocer el peso y la influencia de estas razones psicológicas sirve para ayudarlos a separar la paja del trigo; o sea, para evitar que aquellas afecten negativamente al objetivo económico y al negocio. 

En los procesos inflacionarios hemos detectado la concurrencia de los siguientes fenómenos:

  • Por parte de la población en general, un período de incubación o ventana: es un período de negación o de no percepción de la suba creciente de precios.
  • Por parte de los actores económicos, en especial los oferentes, un patrón monopólico de conducta. Es decir, cada uno se comporta como si estuviera solo y como si la competencia no existiera o no interesara.
  • Una inflación colectiva del "yo" = "mi producción es preciosa y por lo tanto yo no puedo cobrar menos que... o lo mío vale más que lo de...", comportamiento de apariencia microeconómica pero que en su encadenamiento es a la postre y decididamente macroeconómico.
  • Compulsión a la compra: no espera a la satisfacción y sí sustitución súbita y creciente de las relaciones interhumanas por cosas, por ejemplo
  • Finalmente, hiperinflación: "descabezamiento del yo inflado o inflacionado" e ingreso en el pánico colectivo.

 

 

Ley Psicológica Fundamental de Keynes:

“Si la población aumenta sus ingresos, aumenta su consumo, pero no en la misma medida que los ingresos (sino por debajo de éstos) y cuando caen sus ingresos, su nivel de consumo no cae en la misma proporción.”

 

Ley de Lewin:

“La Economía es necesariamente dinámica y siempre insatisfactoria porque los niveles de aspiración de las sociedades cambian permanentemente.”

En mi opinión esta ley tiene que ser reformulada en un punto, dado que hoy es insostenible la idea del progreso infinito según un patrón universal y uniforme. La reformulación es la siguiente:

La Economía tanto puede ser insatisfactoria porque provee menos recursos de aquellos a los que se aspira para poseer más, como por proveer más recursos cuando una sociedad ingresa en una suerte de "retiro espiritual o monástico colectivo" o de austeridad.

 

Causales psicológicas del cuadro resistencial en Argentina al mercado y al desarrollo del comercio a nivel nacional, regional e internacional:

 - Identificación masiva con padres y antepasados. "Pegoteo" e indiscriminación

- Temor a la separación/diferenciación

- Temor a la competitividad. Confusión generalizada entre competitividad y maniqueísmo del Ganar-Perder

- Resistencia ideológica a las marcas, resistencia que expresa temor a la diferenciación y a la identidad, a la puesta del límite. Preferencia por la aglutinación

- Resistencia ideológica al mercado de marcas

La negación junto a la idealización de otros países oscurece la capacidad de ver, de detectar la heterogeneidad y los matices aprovechables de otros países y culturas para desarrollar mercados.

Ingenuidad + engaño primordial + negación de la diferencia inhiben, además, la posibilidad de adoptar la segmentación de los mercados.

 

A todo lo antedicho se suma la incapacidad dirigencial para compatibilizar transformaciones económicas con modalidades sociales y culturales:  por ejemplo, ¿puede instalarse exitosamente una economía moderna en una sociedad en la que prevalecen patrones culturales y de conducta medievales?

Ejemplo: el rechazo al consumo, el rechazo por parte de intelectuales, artistas y gran parte de la ciudadanía hacia el comercio y la preferencia de hecho por el mecenazgo (la permanencia persistente de la ilusión de que el Greco, Mozart o Van Gogh hacían arte sólo por amor al arte)



Texto 3

 

 

La  recesión como  síntoma

Más que recesión, inhibición

 

Insalubres paradojas, difusas inconsistencias o tácitos entramados en que incurren a veces las sociedades, hacen que éstas retrocedan hasta la aporía o la asfixia y que, pese a su vasto potencial, padezcan un insoportable estrechamiento de sus posibilidades y horizontes. En tales circunstancias calamidades como la recesión, la desocupación y la desmotivación se instalan con la fuerza aplastante y la capacidad de estrago de una erupción volcánica.

Los diagnósticos del cuadro de situación argentino que hace el economicismo de moda (que creo que poco tiene que ver con la Ciencia de la Economía), se basan en un entrecruzamiento más o menos sistematizado de dos factores: globalización de la economía e inexorabilidad de los ciclos; ergo, somos víctimas de la fatalidad.

Ahora bien, la omnipotente globalización implica toda negación de la singularidad -dimensión a la cual las Ciencias de lo Humano, especialmente la Psicología, dan plena significación-.

Por otro lado, la creencia en la inexorabilidad de los ciclos "reactivación - recesión" es la despótica extrapolación al elevado y complejo nivel de la vida humana en sociedad de procesos característicos del nivel más bajo de organización de la materia viva: ritmos, heliotropismos, vigilia-sueño, etc.

Según estas visiones tan difundidas, globalización y ritmo explican todo y se imponen con la divinidad que Zeus les confiere, sobre todo cuando escasean el néctar y la ambrosía (especies que en estos parajes tampoco abundan en los llamados períodos de bonanza).

Si encaramos un análisis integral y pertinente para comprender la conducta humana y comenzamos por vitalizar la singularidad, pronto veremos que la recesión y el desempleo en la Argentina tiene mucho que ver con la Argentina. Por empezar, tendríamos probablemente que reconocer que en Argentina desde hace mucho tiempo se instaló una cultura recesiva y que cuando ingresamos en lo que funcionarios, dirigentes y especialistas llaman recesión, en rigor de verdad estamos incurriendo en hiperrecesión. Para considerar esta hipótesis que estoy formulando quizá baste con considerar el PBI y el nivel de exportaciones per cápita comparados con los países desarrollados (Suiza, Alemania, EEUU, Gran Bretaña, Francia, Holanda, Canadá, Australia, Japón y muchos otros. Creo que aludir al PBI o a la balanza comercial, por ejemplo, sin hacer comparaciones con los países desarrollados es una media verdad: por tanto, una de las formas de la falacia.Nótese además que tales países desarrollados no exportan sólo productos o servicios: exportan marcas, algo de mucho mayor valor).

Las reflexiones que seguidamente voy a exponer se basan en numerosas investigaciones llevadas a cabo durante los últimos veinte años en torno a los comportamientos económicos, sociales, políticos y culturales de los argentinos y, por supuesto, en mis desarrollos conceptuales y en mi creación, el Método Vincular.

 

En diversos ámbitos he sostenido que, así como hay determinaciones económicas de los procesos psíquicos, hay determinaciones psicológicas de los procesos económicos. La llamada "crisis de confianza" subsiguiente al efecto tequila, no es una interferencia indeseable de "factores psicológicos" como tantos expusieron, sino la manifestación álgida, el pasaje a la visibilidad de la dimensión psicológica, siempre presente y siempre determinante.

 

Justamente las situaciones graves se afrontan con éxito, se superan, cuando se recurre a conocimientos, experiencias y propuestas elaboradas en otro lugar que el correspondiente al del nivel de análisis y de operación más comprometido. Dicho de otro modo: ya no es de la Economía a solas que saldrán las soluciones para superar la recesión y la desocupación: se requiere el concurso de distintas disciplinas, distintas profesiones y distintos sectores.

Esta recomendación se desprende de la premisa de la Terceridad.

 

Acerca de los dolorosos temas que estoy tratando aquí, voy a dejar de lado el ángulo correspondiente a los efectos que, en las personas, en el yo, en la autoestima, en las familias y en las organizaciones más diversas producen el clima recesivo, la dura experiencia de la desocupación y el aumento de las más variadas formas de incontinencia social o inseguridad. 

Voy a abocarme al ángulo complementario:  el de las determinaciones psicológicas de tales indeseables fenómenos.

Mi hipótesis básica es que la recesión de la economía es sólo un síntoma de un cuadro muy complejo de difícil diagnóstico.  

El síntoma "recesión" es resultante de un entramado de inhibiciones de naturaleza psicológica, social y cultural. Este entramado, complejo, por cierto, deriva en lo que podemos bautizar como inhibición de desarrollo. Desde ya, creo que los argentinos podríamos evitar esa derivación y generar condiciones para un saludable desarrollo con todos.

Para atender a qué me refiero y ateniéndome a la dimensión psicológica del fenómeno que estoy describiendo, hago notar que un hilo común enlaza a ciertas conductas, conductas realmente inhibitorias. Estas conductas son especialmente notorias en niveles de decisión de los diferentes sectores de la vida nacional que, a lo largo de un período determinado y ya extendido de nuestra historia reciente, se fueron imponiendo a otros comportamientos posibles. Entre aquellas conductas inhibitorias, destaco:

 

- Tendencias endogámicas y repliegues

- Temores ya anquilosados a competir maduramente

- Inercia o susto frente a los mercados externos

- Preferencias por el amiguismo, el nepotismo o las relaciones primarias aun truchas antes que por los servicios profesionalmente sustentados.

- Autoestima y heteroestima colectivas oscilantes y raramente reguladas por el criterio de realidad.

- Por parte de vastos sectores, la tendencia a considerar a la riqueza en sí misma como un contravalor

- La adhesión al coyunturalismo

- Confusión medieval entre consumo y consumismo

- La coexistencia del engañoso culteranismo de élite con el culto de la obviedad y de la superficialidad, conjunción que se impone de un modo aplastante al desarrollo de la ciencia, de la investigación, de la tecnología y de las ideas.

- Rodeos dilatados para encarar una bidireccional y auténtica apertura e integración con otras culturas

- La tribal dependencia del humor de los cielos (lluvia - sequía, otro ritmo)

- La alternancia ingenuidad - maniqueísmo en la lectura de los procesos sociales propios y del planeta.

 

Sobre este último punto me extiendo por un momento para llamar la atención acerca de la frecuente oscilación entre la visión cándida y el escepticismo destructivo: esa pendularidad entre los extremos "naif" y "nihil" indica, como puede deducirse, incapacidad para pensar y operar en términos de la "lógica del poder": escaparle a esta lógica y sí apegarse a la ilusión del par amor-odio, sólo conduce a las sin salidas.

No quiero abrumar ni tampoco inducir a una desestimación de la influencia que los contextos internacionales y las genuinas determinaciones económicas tienen en las actuales circunstancias. Sólo quiero contribuir a un análisis y a una acción multidisciplinaria, confiado en que nuestra comunidad tiene un bagaje de ideas, experiencia, talento y capacidad de realización que le habrá de permitir superar esta situación.

El hilo común de las conductas que enuncio más arriba, puede conducir al cuadro bautizado como inhibición de desarrollo.

Ahora bien, ¿cuál es el núcleo de ese cuadro? Una conjunción básica de dos temores primordiales tan imbricados como las dos caras de una moneda:

 

 

Temor al Desarrollo

 

Temor al Otro

 

Expresar las cosas de este modo no creo que sea retórica fatua ni apego a lo críptico; no es así, si dejamos en claro que temor al Desarrollo es inseguridad incontrolable frente a la autonomía, frente a la capacidad de decidir, frente a la posibilidad de trascender y frente a los concomitantes fenómenos de despegue de lo archiconocido, separación de los ancestros, superación de las identificaciones a repetición y destierro de los prejuicios

Dejemos a su vez en claro que temor al Otro es temor a otras culturas, a los mercados externos tanto explorados como desconocidos, a los propios mercados potenciales y a los diversos grupos y sectores que conforman a nuestra sociedad.

Es como si los argentinos, sobre todo sus dirigencias, tuviéramos una fuerte inclinación a conductas que inconscientemente concurren a una evitación del proyecto cierto de desarrollarse y del intercambio eficaz con los otros.

 

Si éste es el cuadro, si este diagnóstico es correcto, no caben las culpabilizaciones, simplemente porque todos estamos presos de esta trampa y porque debe ser toda la comunidad, guiada por sus mejores y más ambiciosas aspiraciones, la que tiene que emerger de ella.

Para emerger de esta trampa estamos obligados a adoptar la concepción estratégica para la dirección y gestión de nuestros asuntos comunes, a dar lugar protagónico a la acción interdisciplinaria, a fomentar la profesionalidad, la capacitación, la ciencia y la investigación mientras en lo inmediato se contiene a todos los ciudadanos con una puesta en práctica de programas de emergencia solidaria y, sobre todo, mientras se encara una convocatoria a una reculturalización vasta, singular, "connatural" que predisponga hacia el desarrollo y hacia el Otro.

Es mi convicción más profunda que una comunidad que se proyecta hacia la humanidad actual toda, hacia las futuras generaciones y hacia el mundo como una posibilidad cierta (y no como un límite o una amenaza), una comunidad dispuesta a remover sus inhibiciones psicológicas, sociales y culturales -conscientes e inconscientes- para animarse a la conquista de los mercados externos y a la ampliación del mercado interno, una comunidad que se asume en su singularidad, es una comunidad que sustituye desvitalización por esperanza, trabajo, salud, justicia y horizontes promisorios.

Además, y de este modo, una comunidad da sentido, ocupación y reconocimiento a sus profesiones y a sus profesionales, hoy a la espera de ser convocados.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  


 





 



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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