Rubén Rojas Breu
¿QUÉ PASA CON LAS ELECCIONES DE HOY 14 DE NOVIEMBRE?
El oficialismo cometió el peor de los sacrilegios que se pueden dar en Política: el de haber hecho todo para que la ultraderecha, la derecha despótica, derrotada en el 2019, resucitase.
Que esa derecha despótica, servidora de los intereses antinacionales y antipopulares vuelva a tener vida no se debe ni a la tan trillada e insustentable “correlación de fuerzas” ni a supuestas tendencias globales de “giros a la derecha”.
Que esa derecha grosera por sus formas, por su concepción y por sus acciones haya devenido en una suerte de Lázaro, levantándose de la tumba a la que había sido enviada y poniéndose a andar con el descaro y el cinismo de los asociales, no es producto de un milagro.
El oficialismo como gobierno y como “espacio” político denominado insulsamente “Frente de todos” operó, objetivamente, para que los derrotados reencarnaran y, ahora, añadiendo aliados o afines que se asemejan a leviatanes y serpientes de Midgard por su fuerza destructiva pretenden arrasar con los derechos dolorosamente conquistados por el pueblo y trabajadoras y trabajadores a la par de imponer los dictados imperialistas más anacrónicos.
El oficialismo jamás contó con una estrategia, suponiendo que haya habido entre sus dirigentes, gestores o miembros alguna vez la intención de tenerla.
Aplicó el tacticismo en su versión más retrógrada y pueril. No hubo nada de “genialidad estratégica” en la decisión de nominar al actual presidente como candidato en 2019, lo cual hoy queda a la vista. Fue una mera decisión táctica cuyo horizonte era estrictamente electoralista y con el fin de preservar el orden establecido, el régimen de castas, pactar ignominiosamente con el FMI y mantener la subordinación a los concentradores de poder y de riqueza locales y globales.
En esa decisión táctica se optó, justamente y acéptese la redundancia, por un tacticista de los más típicos. Todo el Frente de Todos es un “Todos tacticistas” y las justificaciones de sus políticas y acciones se circunscribieron y circunscriben a lo táctico, a lo inmediato, a mantenerse y perdurar, al posibilismo inexorablemente conservador o abiertamente reaccionario.
En ese tacticismo infértil se jugó a la más fácil: insuflar aire y existencia, fortalecer de hecho, a los derrotados políticamente en 2019. Se lo hizo al ubicarlos como principal oposición desde el primer día, dándoles así un protagonismo impensado hasta para esa supuesta oposición que vio que el oficialismo les regalaba un arco vacío frente al cual ejecutar tiros penales.
Jamás en estrategia y jamás el estratega le otorga identidad al enemigo o el “opositor”, sobre todo cuando fue derrotado. Jamás le da entidad y, por lo contrario, lo ignora.
Pero el oficialismo no tenía nada para ofrecer más que decirse y proclamar que su lugar estaba dado por su condición de oponente del opositor vencido en 2019. El oficialismo no se dio a sí mismo una identidad propia, una identidad sustentada en un Proyecto, Proyecto que no debería ser otro que el de la liberación y realización de la nación, del pueblo y de trabajadoras y trabajadores, de jubiladas y jubilados, de desempleadas y desempleados, de niñas, niños y adolescentes.
De tal manera, llegamos con estas elecciones a una especie de desabrido minué por el cual unos y otros llaman a votar "en contra de".
A eso se suma una izquierda, que más allá de su crecimiento que tanto puede ser circunstancial como firme (se verá), en lugar de proponerse audazmente ocupar la conducción política se conforma con el estatus de “tercera fuerza” e instalar algún diputado más en el Congreso nacional, algunos legisladores y concejales en determinados distritos, cayendo así en la trampa del electoralismo.
El
régimen electoral, tal como lo conocemos, aquí y en todo el planeta, está
agotado, es vetusto, es anacrónico y sólo se afirma sobre la degradación de la
Política. Para este régimen electoral la conducción, la organización, la
estrategia y la acción políticas no son viables, no son valorables, no son
deseables. Este régimen electoral sigue propiciando que punteros y politiqueros devengan líderes y candidatas/candidatos, sigue impulsando distintas modalidades de fraude, sigue impidiendo que quienes tengan o tenemos genuina vocación política, proyecto y plena disposición a encarar una gesta transformadora sean o seamos consideradas / considerados. Es así, es penosamente así; en ese marco hablar de cada proceso electoral y de esta elección en particular de "fiesta de la democracia" es una burla, una manifestación de olímpico cinismo.
Para este régimen electoral el Pueblo no existe ni debe existir; sólo vale la masa amorfa, lo punteril, la indiferencia política, el voto dictado por lo puramente propagandístico que busca el impacto por el impacto y que canaliza únicamente rechazos en lugar de propuestas, que promueve repudios en lugar de políticas.
En una Argentina pobre y empobrecida en la que un minúsculo grupito de privilegiados disponen de todos los privilegios, la esperanza ha caducado, la resignación y el fatalismo ganan la partida.
En esa Argentina que duele hasta los tuétanos por tanto atraso y tanta pobreza, en medio de los que subsisten penosamente, pulula lo lumpen, mezclándose, acechando, dañando, destruyendo, matando.
Desde los progresistas, desde el Frente de Todos y desde la izquierda se produjo el espejismo por el cual se superpone al pobre con el lumpen. El pobre trabaja y busca un destino de realización; el lumpen, en cambio, es un ególatra desaforado que puede ocupar desde los estratos sociales más altos hasta los más carenciados, parasitando siempre, impulsando lo narco como sublime, embaucando o intimidando con comportamientos psicopáticos o sociopáticos, engrupiendo con que es “humilde” si se crio en el barro o que es “meritócrata” si nació en cuna de oro.
Ultraderecha, particularmente con un advenedizo desaforado, progresistas, FdT, izquierda y demás, cada uno a su manera, se proponen el desafío de conquistar el voto de lo lumpen y a veces pareciera que con más denuedo que el de querer captar el apoyo de sus propias bases.
El lumpen, como las polillas, busca la luz más cercana y le da lo mismo si ésta alumbra desde la izquierda, desde el centro o desde la derecha.
El oficialismo no solamente no contó ni tuvo vocación de contar con un Proyecto y la estrategia que le cabe, no solamente no organizó políticamente ni movilizó, no solamente no avanzó con políticas que implicaran una genuina transformación de fondo en aras de la soberanía, de la justicia en todos los ámbitos, del desarrollo integralmente considerado, del avance de los derechos para las mayorías populares, del bienestar para niñas, niños y adolescentes, sino que terminó acatando la voluntad de los factores de poder que prefieren desmedidamente conservar sus posiciones dominantes y, más aún, fortalecerlas, incrementarlas.
Inventa una categoría por demás absurda: "el poder real"; ¿acaso existe un "poder imaginario" o un "poder ilusorio". No existe el "poder no real". El poder es real, porque lo real, en Política, son las relaciones de poder. Con esa categoría francamente zonza justifica su posibilismo, su quedantismo, su sujeción a los concentradores de poder y de riqueza.
El oficialismo llegó a tal punto de depresión, depresión en términos políticos, que revela en cada de una de sus acciones, sus decisiones, sus actos, sus declaraciones, su discurso y su propaganda que se siente derrotado. Suda derrotismo por todos sus poros y reemplazó sus aires triunfales de otrora por el conformismo con algún puntito más en los resultados.
El oficialismo usó la pandemia como una suerte de regalo para afirmarse en lo único que tiene alguna módica aptitud: la táctica, la estéril decisión táctica, la inconducente acción táctica.
Se valió de la pandemia para atribuirse éxitos imaginarios al punto de haber incurrido en comparaciones enojosas y falsas con otros países para erigirse como ficticio ejemplo en el manejo de la Covid 19. Se valió de la pandemia para imponer un confinamiento que, por mal administrado, aunque fuese recomendable, derivó en destrucción de empleo, en pérdida de la escolaridad con todo lo que tal pérdida conlleva, en malestar generalizado, en incertidumbre, en más atraso y en más pobreza.
El oficialismo entendió mal el resultado de las PASO y tomó decisiones inútiles, intrascendentes o a contramano de las expectativas populares (ver mi artículo El oficialismo en capilla. Sobre el resultado de las PASO 2021 ruberrojasbreuelaula. blogspot.com)
Se atuvo a que el resultado de esas elecciones extemporáneas, un invento que contribuye a la decadencia política, implicaban un avance de la derecha o de la ultraderecha en vez de caer en la cuenta de que se trató de un llamado de atención estentóreo para que se encarrilara en el camino de la liberación y de la realización nacional y popular. Al mismo tiempo, en medio de todo ese cuadro desolador, siguió negociando con el FMI, siguió objetivamente alineado con las grandes potencias con los yanquis a la cabeza, siguió tolerando que las grandes corporaciones, magnates y evasores siguieran apilando sus lingotes de oro y platino.
Supongamos que si hubiera adoptado el camino transformador de veras u, ojalá, el sendero revolucionario a la manera del peronismo fundacional debidamente actualizado: ¿qué hubiera pasado? ¿Hubiera sido derrocado por los concentadores de poder y sus sicarios? ¿Sería igualmente derrotado en estas elecciones legislativas? En tal caso, dejaría en claro que estos indeseables acontecimientos se hubieran dado por sus aspiraciones y concreciones transformadoras (o, idealmente, revolucionarias) y no por el inmovilismo, el sometimiento y ese internismo estéril basado únicamente en la minúscula lucha por cargos que no lleva a ninguna parte y sólo beneficia a acaparadores y, muy especialmente, al enemigo antinacional y antipopular.
El oficialismo llega a estas elecciones de hoy domingo 14 de noviembre desgastado, sumando decepción tras decepción, alimentando al enemigo, arrastrándose y resignado a una derrota que más que electoral puede ser política.
La
izquierda arriba a estos comicios con aires triunfales explicables por sus
limitadas pretensiones, aún cuando electoralmente pueda dar un batacazo,
batacazo ciertamente muy posible, pero insuficiente para avanzar hacia el rol
de conducción política, lo que más requiere la Argentina hoy. ¿Escuchan el mandato histórico de sus líderes y organizaciones fundacionales como Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo, el Che?. Parece que no.
La derecha o la ultraderecha (son lo mismo) concurre a estas elecciones con ínfulas basadas únicamente en su convicción de que lo destructivo y la manipulación son activos de alto rendimiento.
La masa electoral votará montada en una suerte de híbrido resultante del desgano, la decepción, la indiferencia y la soberbia (la soberbia por creer que su voto realmente decide tal como reza la apelación burdamente publicitaria de JxC: “yo decido”, una burla inconsistente reveladora de la supina estupidez de quienes no tienen la menor idea de la significación de tales términos, de quienes jamás se preocuparon por saber qué es “yo” o el Yo ni tampoco qué quiere decir “decidir”). Solamente, muy de boca para afuera, los líderes politiqueros y los periodistas obsecuentes o ingenuos pretenden ver o generar la ilusión de que la masa de votantes va feliz y contenta a votar, como si se tratase de personajes de algún berreta aviso publicitario.
A partir de esta noche, 14 de noviembre, se profundizará la incertidumbre y todo puede pasar. Ese todo incluye únicamente salidas que empeorarán la soberanía nacional y la vida de las mayorías.
Saldrán los "explicatodos" del oficialismo a argumentar que la población fue seducida por cantos de sirena de sus opresores, que la sociedad está inclinada hacia la derecha, y bla, bla, bla.
O sea, buscarán, exógenamente, en el afuera las culpas con el fin de negar la propia responsabilidad, al mismo tiempo que se desatará, de manera visible, un internismo sin retorno y seguramente feroz.
El Pueblo, tal como lo defino en mis textos ubicables en este mismo blog, es, una vez más, el gran ausente, porque no hay pueblo ni nación sin proyecto, sin conducción, sin organización, sin cultura, sin estrategia y sin acción políticas.
Desalentador, al menos por ahora.
Vale recordar a Perón: “cuando los pueblos agotan su paciencia, hacen tronar el escarmiento”.
Ahí estaremos.
Rubén Rojas Breu
Buenos
Aires, noviembre 11 de 2021, actualizado el 14 de noviembre
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