martes, 21 de marzo de 2023

CUESTIONANDO REFERENCIAS DE PSICOANALISTA SILVIA BLEICHMAR SOBRE EL AUTISMO

 


  

Rubén Rojas Breu

 

CUESTIONANDO REFERENCIAS SOBRE EL AUTISMO DE LA PSICOANALISTA SILVIA BLEICHMAR

Aclaro que la psicoanalista Silvia Bleichmar falleció en 2007. Se trata de una pérdida significativa para el llamado campo psi.

Con el consabido respeto, voy hacer consideraciones críticas acerca de referencias al autismo que esta psicoanalista incluyó en su libro “Orígenes del sujeto psíquico”, editado por Amorrortu en 2008.

No está dentro de mi campo de interés reprobar la producción de esta psicoanalista; mi intención es generar conocimiento científico o esclarecer políticamente según sea el caso.

En particular, mi aspiración es la de que se considere al autismo una condición psíquica, de comprender un modo de configurar vínculos consigo mismo y con los otros tan válido y, enfatizo, tan humano como el de los mal llamados “normales” o los neurotípicos o psicotípicos. Lo de “tan humano” viene a colación de que Bleichmar hace una insinuación que parece poner en duda si los autistas y las autistas devienen humanos y humanas.

En aras de la brevedad, de la claridad expositiva y la didáctica voy a atenerme a pocos párrafos extraídos del texto mencionado, de manera que:

  • ·       - Me abstengo de hacer objeciones a la totalidad de esta obra en la cual encuentro premisas insostenibles e inconsistencias, derivadas del encierro endogámico, lo cual suele acontecer con producciones de distintas y distintos psicoanalistas y psiquiatras,
  • · Paso por alto, entonces, aserciones, nociones y abordajes refutables tales como el de centrarse en la díada madre-hijo para el psicoanálisis de niños, el desconocimiento de cómo opera la cultura y lo social en el desarrollo humano, la ya obsoleta adhesión a la tesis de la ley del padre y las atribuciones que se hacen a la llamada “función paterna”, el uso incorrecto del supuesto “estado de indefensión” que se aplica al neonato, etc.

Éstas son las referencias de Bleichmar sobre el autismo seleccionadas y tomadas de su texto arriba citado:

“…, y si esto nos hizo pensar en un comienzo en la existencia de ciertos componentes autistas, fue preciso desecharlo porque no ofrecía la consabida facies indiferente, ni el aislamiento, ni la falta de contacto afectivo patognomónicos del autismo.”

“…podríamos pensar, tal vez más correctamente, que el problema de este niño es que el objeto no ha sido subvertido. Esa subversión -necesaria para la constitución de lo humano- de pasaje del objeto de la autoconservación a objeto libidinal…” y concluye en que “esa subversión necesaria para la constitución de lo humano… parecería no haber tenido lugar”.

Es decir, Bleichmar arriba a la conclusión de que un niño, su paciente, no habría llegado a constituirse como humano por no operar en el pequeño esa “necesaria subversión”.

Ya en el párrafo citado previamente, ubicado ut supra, lista lo que considera rasgos patognomónicos del autismo. Es decir, preestablece que el autismo es una patología y que los y las autistas deben incluirse dentro de la nosología o etiquetados y etiquetadas en los manuales de psicopatología.

Puede certificarse que los párrafos seleccionados no fueron tomados arbitrariamente ni los elegí con la finalidad de denostar injustificada e injustamente. Tales párrafos son coherentes con todo lo que expone en el libro la psicoanalista Bleichmar. Cada comentario que hace sobre el autismo denota o connota la perspectiva patologizante, perspectiva que es la que básicamente cabe cuestionar, neutralizar y superar. Además tales párrafos hablan por sí mismos, no cabe el trillado salvataje de "tomado fuera de contexto".

La ciencia problematiza, elabora hipótesis para dar cuenta del problema y llega a las tesis por medio de la investigación, articulando teoría con la obligada operacionalización de las conclusiones alcanzadas.

Eso significa que ante lo que se nos presenta a la mirada científica, a la mirada epistemológicamente sustentable, cabe interrogar e interrogarse para llegar a comprender. Y se trata de comprender, aunque el teólogo laico y psiquiatra francés Jacques Lacan, apoyándose en su autoritarismo, afirme cínicamente que tal aspiración – la de comprender – es inviable. Lacan es una de las fuentes valoradas por Bleichmar y es repetidamente citado como figura señera por esta psicoanalista.

Por lo tanto, para la Psicología y el Psicoanálisis no debería zanjarse la cuestión partiendo de la premisa de que el autismo es una patología o un trastorno catalogado en el DSM o en el CIE.

Para el enfoque científico, en el cual tales disciplinas deberían abrevar, los interrogantes por excelencia son:

¿cómo entender a las autistas y a los autistas, contando fundamentalmente con sus aportes que ya, al día de hoy, son innumerables?

¿cómo propiciar los vínculos que generen un intercambio fructífero, placentero, enriquecedor entre los “adaptados” o “normales” y autistas?

Desde el momento en que se forma el cigoto, la unión del gameto femenino u óvulo con el masculino o espermatozoide, somos humanos o humanas.

El cigoto humano solamente puede ser humano y continuarse en embrión, feto hasta nacer como neonato y desarrollarse como bebé o beba en los estados iniciales de la infancia.

Toda la cultura y todo el entramado social actúan desde esa fecundación e inclusive desde antes, ya que hay expectativas, ilusiones, temores, inquietudes, nombres en danza, preparativos; también, como sucede en muchos casos, hay malestar o frustración, lo cual lleva o puede llevar a la interrupción voluntaria del embarazo, asunto que no está en cuestión en estas líneas y con más razón luego de la persistente y justificada lucha de las mujeres, acompañadas por muchos varones entre los que me cuento, para el logro de la ley que da sustento a tal interrupción.

Volviendo, toda la cultura y todo el entramado social sostienen el comienzo de la vida humana. El neonato llega al mundo por vía del parto: por cierto que embarazo y  alumbramiento son posibles por el protagonismo materno pero eso no implica que todo se cimente en la díada madre-hijo o hija.

Ceñirse a tal díada supone:

Convalidar el mandato patriarcal al imponerle a la mujer asumirse como madre, aun cuando no quiera hacerlo

Desalojar al padre, si está presente, y a otras figuras significativas del entorno familiar y no familiar, renegando de la cultura y de lo social

Fomentar el encierro endogámico, ya que se parte de una concepción familliarista, concepción en la que incurrió el propio Freud, aunque su obra trascendente y fundamental abrió múltiples caminos por lo cual sus insuficiencias terminan siendo siempre menores; además pensó y produjo acerca de la sociedad, la cultura, la humanidad.

No podemos atarnos a la limitación que supone la familia como organización aislada de lo social y, dentro de ella, a la dupla madre-bebé.

 

Si el cigoto es humano y, en consecuencia, también el embrión, el feto, el neonato y el bebé, no cabe hablar de “cachorro” o de “cría” como lo hace la autora, al igual que tantas y tantos psicoanalistas, psicólogas y psicólogos incluyendo los “prominentes”.

 

El diccionario de la RAE define así “cachorro”

Cría del perro y de algunos mamíferos, como el león, el lobo, el oso, etc.

Por su parte, el vocablo «cría» deriva de “crianza” como acto de criar; si usamos “cría” como sinónimo de bebé estamos reduciendo a lo animal.

No cabe animalizar lo humano ni humanizar lo animal cuando producimos conocimiento epistemológicamente sostenible.

Si legitimamos las palabras “cachorro” y “cría” para referirnos a bebas y bebés estamos a su vez dando pie a que determinadas humanas y humanos puedan ser desalojadas y desalojados cuando antojadizamente, aunque se apele a teorizaciones más propias de la sofística que de la ciencia, se las categoriza y se los categoriza como ajenas y ajenos al tránsito de la “necesidad” al deseo o incapaces de plasmar la subversión que lleva a la constitución de lo humano.

Una creencia que pone límites a lo humano entre humanos es francamente peligrosa y nos remite los tiempos en que se dudaba si determinadas etnias eran o no humanas -principalmente de África o de América –. Un célebre historiador argentino, también fallecido y hoy poco recordado, llegó a publicar en el primer número de una colección de fascículos: “hasta 1492 la humanidad no conocía América”.

Desde ya, en las facultades de Psicología y Medicina, así como en las diversas instituciones en las que se forma a profesionales de la salud, el autismo debe ser considerado una condición psíquica no etiquetable como patología.

Si se utilizan textos como sucede con éste de Bleichmar, se impone una mirada crítica antes que una postura de acatamiento a la manera de un credo.

Las autistas y los autistas agregan luz para entender la inacabable complejidad de lo humano. Agregan luz con su pensamiento, su palabra, su acción, su capacidad de amar, su trabajo.

Seguramente, quiero creer, la psicoanalista Silvia Bleichmar hoy revisaría lo que describió como autismo. No se podría esperar menos.

 

Rubén Rojas Breu

Buenos Aires, marzo 21 de 2023

 

 

 

 

 


miércoles, 15 de febrero de 2023

Maquiavelo y el porqué político del éxito del capitalismo

 

Rubén Rojas Breu

 

MAQUIAVELO Y EL PORQUÉ POLÍTICO DEL ÉXITO DEL CAPITALISMO

 

Procuro con este texto la mayor concisión. Así que voy al punto.

Estudié en profundidad a Maquiavelo y, muy especialmente, con detenimiento su célebre obra El príncipe.

Lo abordé sin los prejuicios hacia este gran florentino que fue, ni más ni menos, que el fundador de la Política como ciencia, del Estado moderno y de otras realizaciones que siguen vigentes. No me dejé llevar por la prédica de personeros de la Iglesia Católica y de las grandes potencias dominantes.

Maquiavelo tuvo un loable propósito: una Italia unificada e independiente. ¿Hay anhelo más legítimo y justo?

Maquiavelo es contemporáneo de lo que se dio en llamar el Renacimiento y vivió el esplendor de su patria chica, Florencia.

Voy a lo que prometo en el título de esta publicación.

Cuando leí y releí minuciosamente su obra más conocida, detecté lo que hace décadas traduje o interpreté como una ley básica de la política como ciencia.

Para comprenderla acabadamente es importante tener en cuenta que la era de Maquiavelo fue de un estado constante de guerra entre las monarquías europeas y, también, la época en que éstas buscaban denodadamente unificar a sus naciones, sometiendo a los nobles o señores feudales.

Tal proyecto de unificación se plasmó con los Luises, sobre todo Luis XIV, en Francia, con los reyes católicos en España, con Enrique VIII e Isabel I en Inglaterra y así en Rusia, la Germania, etc.

Se puede encontrar en El príncipe, de manera encubierta y ansiosa de ser descifrada, la ley fundante de la Política como ciencia:

“Si el poder se concentra le basta al enemigo con descabezar el estado para triunfar.

Si el poder se distribuye, se le obstaculiza al enemigo el logro de su victoria ya que debería derrotar a los distintos príncipes o líderes a cargo de los diversos territorios”.

En Maquiavelo “príncipe” equivalía a conductor o jefe político.

 

De tal manera, Maquiavelo nos dice que es relativamente fácil acabar con la concentración de poder absolutista y en cambio se hace muy difícil cuanto tal poder se distribuye en muchas manos.

Bajando más a tierra y simplificando hasta donde es posible: es más fácil terminar con una monarquía o con un rey que con distintos gobernantes. Para el enemigo, en este último caso, si derrota a uno de los gobernantes o jefe de una plaza, deberá luego enfrentar a otros mandatarios o líderes hasta apropiarse de una nación o territorio en su totalidad.

Si nos atenemos a la Revolución Francesa, en beneficio de la mayor didáctica y claridad expositiva, a los líderes de la misma y al pueblo les bastó con derrocar a Luis XVI; si Francia hubiera estado cogobernada por el rey y por distintos nobles o vicarios con capacidad de decisión en las distintas jurisdicciones del país galo, a quienes se rebelaban se les hubiera dificultado enormemente lograr su objetivo.

De tal manera, la derrota del absolutismo monárquico, concentración en una figura de toda la capacidad de decisión, estuvo facilitada, basándonos en la ley de Maquiavelo.

Véase que si nos apoyamos en lo planteado por Maquiavelo estamos poniendo el acento en lo político, estamos optando por la Política para dar cuenta de la dinámica social.

Más allá del valor de las tesis de Marx y de Engels, ceñidas a lo socioeconómico o, en términos de ellos, a la economía política, con Maquiavelo encontramos el porqué político, el cual es el más pertinente.

La derrota del absolutismo monárquico liderada por quienes respondían objetivamente a las burguesías urbanas y urbanizadoras, llevó a la diversificación, a la distribución de poder.

Esa distribución se da no solamente por los tres poderes formales ideados por Montesquieu (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) sino también por la diversificación creciente la cual agrega (a esos tres poderes formales) las organizaciones, las grandes organizaciones, que se hacen cargo o participan de las decisiones que hacen a una nación: por supuesto el propio Estado con sus burocracias que desarrollan relativa autonomía, las grandes empresas y también la pequeña y mediana burguesía, las corporaciones profesionales y gremiales, los medios de comunicación masivos, etc.

Variados sectores, factores de poder y actores coparticipan de las llamadas sociedades modernas.

El principio o axioma capitalista por excelencia, el de la competitividad, más ilusorio que real habitualmente, genera en las masas esperanzas de realización, “se puede llegar con esfuerzo, con el mérito, etc.”.

Al mismo tiempo, con la concurrencia de la formidable maquinaria propagandística y de las usinas ideológicas, los regímenes electorales, la imaginaria participación colectiva y otros recursos, en esas sociedades modernas -contemporáneas- se enmascara el despotismo. Es decir, en todo el planeta impera el despotismo pero en gran parte de Occidente así como en Japón, Corea del Sur, India, Oceanía, parcialmente en África, se reviste de “formas democráticas”, ficticiamente democráticas.

La concentración de poder, manifiestamente política, al punto de llegar a ser unipersonal o como si lo fuera, generó procesos que concluyeron en la destitución (fascismo y estalinismo, destacadamente).

De tal manera, la reinstauración tangible del absolutismo fracasó una y otra vez en las diversas latitudes. China y Rusia se reacomodaron generando en sus dominios las ilusiones del capitalismo.

Pese a que en las grandes potencias y, muy especialmente, en los EEUU de Washington, el despotismo es desaforado y conlleva las más abominables prácticas imperialistas incluyendo la guerra y las invasiones a países sometidos y vulnerables, se tiende a considerarlas territorios en los que reina la libertad y, de modo aviesamente degradado, la “democracia”.

Para emanciparse del imperialismo y para acabar con la depredación capitalista, inspirándonos en el hallazgo de Maquiavelo, debemos demostrar que lo que se da en rigor es el despotismo o una suerte de absolutismo, lo cual significa revelar cuánto de concentración se da en donde se estafa con la puesta en escena o la promesa de distribución de poder.  

 

Rubén Rojas Breu

Buenos Aires, febrero 15 de 2023

 


sábado, 24 de diciembre de 2022

CONCEPTO DE PUEBLO. Revisando una columna publicada en Página 12

 


 

 

Rubén Rojas Breu

 

CONCEPTO DE PUEBLO

 

REVISANDO UNA COLUMNA PUBLICADA EN EL MEDIO ARGENTINO PÁGINA 12 SOBRE PUEBLO O MASA

Con fecha diciembre 24 de 2022 se publica en Página 12 una nota en la que un consabido intelectual columnista, rutinario de ese medio, busca infructuosamente diferenciar pueblo de masa.

Describe mal a la masa y no atina a decirnos qué entiende por pueblo.

Me veo obligado a reiterar lo que ya publiqué en tantas ocasiones sobre la oposición pueblo versus masa a los fines de:

una vez más contribuir con mi aporte original, hasta donde pueda llegar con mi limitada cobertura ya que no cuento con el apoyo o la difusión de los medios de ningún tipo ni con patrocinios partidarios ni económicos ni privilegios de ninguna índole,

 

·  que lectoras y lectores que se interesan puedan disponer de una conceptualización sobre pueblo y masa epistemológicamente sustentables y con la complejidad y profundidad que corresponden o merecen.

 

 

CONCEPTO DE PUEBLO

El conocimiento científico y el rigor epistemológico que tal conocimiento supone, no admiten sinónimos. Digo esto, porque habitualmente se usan indistintamente palabras como pueblo, opinión pública, gente, ciudadanía, masas, etc.  Se apela a una o a otra como si se tratara de la misma cosa.

Comienzo la conceptualización de pueblo, diferenciándolo y contrastándolo con la masa, que, desde ya dejo en claro, equivale a gente (ya que “gente” es la expresión eufemística y elegante de masa).

Una entrada para tal diferenciación es la de oponer lo orgánico a lo inorgánico, lo cual permite rápidamente establecer un primer contraste: el pueblo tiende a lo orgánico, la masa tiende a lo inorgánico.

El pueblo tiende a extremar lo orgánico al punto de alcanzar el mayor nivel de institucionalización en cada etapa histórica, mientras la masa se circunscribe a la menor organicidad posible y a desestimar la institucionalización.

 

Precisamente ya Perón en varias de sus obras, particularmente en Conducción Política y en algunos de sus discursos, sentó las bases para tal diferenciación, acentuando la vinculación del peronismo con el pueblo.

 

Por mi parte, acuñé la siguiente definición: pueblo es la población políticamente culturalizada y organizada.

 

Esta definición es válida pero insuficiente: requiere ser ampliada y precisada según lo que sigue.

 

Se da una doble articulación intrínseca, ya que pueblo se determina por su vínculo con la nación, por un lado, y, con los trabajadores, en tanto fuerza potencialmente revolucionaria y sólo en tanto sea esa fuerza, por el otro.

En resumen: pueblo, nación y trabajadores constituyen una tríada indisoluble.

El pueblo tiene como Objetivos básicos y estratégicos su emancipación y su realización plena y en todos los órdenes: cultural, social, político y económico.

 

Pero, además, en la medida que sostengo el abordaje dialéctico, otro aval emerge para definir al pueblo en esa articulación y es el que surge de los conflictos básicos: pueblo/nación vs. despotismo trabajadores vs. capitalismo.

 

En consecuencia, pueblo es la población políticamente culturalizada y organizada, que se articula intrínsecamente al mismo tiempo con la nación y con los trabajadores adoptando como sus objetivos trascendentes la emancipación y la realización en franca oposición con el despotismo.

La oposición no está dada sólo porque el pueblo conciba al despotismo en todas sus variantes como enemigo, sino también porque tal despotismo considera en tal carácter al pueblo como concepto y a los pueblos como concretos.

Las variantes del despotismo son oligarquías vernáculas, colonialismo, neocolonialismo e imperialismo.

 

 

De esta manera trato al pueblo como un concepto sustrayéndolo de la bruma nocional y de su lugar de comodín.

Al tratarlo así no hago más que aplicar un enfoque sistémico-relacional o, para quienes prefieran, aplico una aproximación del tipo “estructuralista”, en tanto y en cuanto pongo en juego en simultáneo las operaciones de articulación, de aspiración, de diferenciación y de contradicción:

  • El pueblo se articula con la nación y con los trabajadores como fuerza potencialmente revolucionaria,
  • El pueblo aspira su emancipación y su realización plena,
  • El pueblo se diferencia de la masa (o de la gente) al punto de la antítesis,
  • El pueblo se encuentra en antagonismo fundante con el despotismo en todas sus variantes.

 

Lo de población políticamente culturalizada y organizada incluye a la totalidad de quienes se forman, comprometen, militan, adquieren experiencia a través de la acción política (sea en el campo de la política propiamente dicha, sea en la actividad gremial, en el movimiento estudiantil y docente, en los movimientos sociales, en los organismos de DDHH, etc.).

 

Así, ejemplificando, un trabajador precarizado que integra un movimiento reivindicativo es políticamente culto y organizado y, contrariamente, el ejecutivo, “CEO”, hacendado o intelectual que se define como apolítico o hace antipolítica no integra al pueblo. 

 

Por lo tanto, no se puede objetar, de ninguna manera, como elitista, la definición de pueblo por mí acuñada.

 

El pueblo, de acuerdo a tal definición, supone organización, movilización orientada a objetivos, conducción, estrategia y acción transformadora.

 

La masa es la expresión de la tendencia a lo inorgánico. La masa es un agregado tendencialmente amorfo.

Habiendo sido objeto de tratamiento por diversos sociólogos o filósofos, de una manera o de otra, es Freud quien, hasta donde sé, mejor la analiza y, podría asociarla a la noción sartreana de serie, en donde cada integrante es indistinto, indiferenciado, es sólo un miembro sin identidad que forma parte de un conjunto.

Se deduce que el columnista de P12 o no estudió a tales autores o los interpretó mal ya que la masa implica la anulación de las subjetividades

A su vez, tal concepto de serie es reformulado por Bleger quien desarrolla el de sociabilidad sincrética, una sociabilidad “sin identidades”, anónima, intangible que puede revelarse si se dan determinadas condiciones. Todo indica que el columnista desconoce a Bleger

Por otro lado, el psicoanalista británico Winfred Bion, creador de la psicoterapia de grupos, a través de su concepto de “supuesto básico” aporta a la caracterización de la masa, de un modo cercano al de Bleger.

Ortega y Gasset se ocupa de la masa y del hombre-masa, pero de un modo que, mal o bien interpretado, puede conducir a una visión elitista e, incluso, cierta reivindicación de la “nobleza” apetitosa para el franquismo. Sin embargo, aplicando la epojé o extremando la abstracción (uso con renuencia ambas expresiones, que no avalo, con la única finalidad de ser claro), podríamos decir que Ortega y Gasset define la masa en términos bastante próximos a los autores antes mencionados (aunque sin ver el rol que juega la identificación a la manera que lo hace Freud). Podríamos agregar también a Le Bon o a Mac Dougall con su particular visión, limitada, de la masa, visión objetada justamente por Freud.

 

También se puede establecer una correlación entre la masa y el pueblo y los tipos ideales de autoridad o dominación de Weber: tradicional y carismático se corresponden principalmente con la masa y el racional-legal con el pueblo; hago la salvedad, de que estas correspondencias no implican equivalencias, sino sólo una aproximación con la finalidad de contribuir a hacer más claro lo que he expuesto.

Maquiavelo en El príncipe describe dos comportamientos antitéticos a los que en mi libro Método Vincular. El valor de la Estrategia, interpreto en términos de una ley: el que opone la concentración del poder en el príncipe (o caudillo) versus el que promueve la distribución de poder y la organización consiguiente. Masa el primero, pueblo el segundo.

 

En mi producción, el Método Vincular, establezco que la intersubjetividad tiende hacia uno de dos polos: el de la primarización, que es el que contribuye a perfilar la masa, y el de la secundarización, que se corresponde con el pueblo.

Ibsen, en Un enemigo del pueblo describe cómo la masa (a la que él con las limitaciones de su época llama pueblo) se opone al representante popular, el doctor Stockham (al que equivocadamente se lo interpreta como expresión del “individuo”); Golding, en El señor de las moscas, muestra los comportamientos antitéticos, el propio del pueblo liderado por Ralph y el de la masa que expresa el retorno de la horda primitiva, encabezado por Jack.

La razón de todas estas citas radica en que, por distintas vías, distintos autores piensan a la masa como algo muy diferenciado, diríamos antitético, respecto de lo que defino como pueblo. Aunque no hayan podido conceptualizar sobre este tema.

 

Para no incurrir, con tanta cita, en erudición estéril, me centro en que la masa supone un agregado que reconoce como lazo vinculante a la identificación (Freud): cada integrante de la masa, por sí, se identifica con algo o alguien por sólo un rasgo absolutizándolo y entregándosele. Desde ya, el nazismo es la expresión más resonante y trágica de tal proceso.

Los alemanes nazis, renunciando a su propia identidad, ubican en el lugar del ideal de cada uno a Hitler basándose en un rasgo de éste que se hace “totalizador y totalitario”: supongamos, la avidez por la potencia. Hitler encarna así un valor germánico idealizado.

Sobre tal base, cada nazi se reconoce a sí mismo y se hermana con sus camaradas por identificarse, en primer lugar, con Hitler: “somos nazis en tanto todos asumimos a la potencia como valor supremo y a Hitler como nuestro líder”. No es la organización ni un cuerpo de ideas el primer basamento, sino esa identificación, identificación con un valor supremo y con un líder que, por supuesto, tenía cierta caracterización y, que, sobre todo, prometía poder absoluto.

Hitler y sus cómplices, a su vez, sobre tal base, generan lo que Freud llamaría una masa artificial a la manera de un ejército: todos los nazis se comportan como integrantes de una cofradía fuertemente consolidada cuyos objetivos y garantía de trascendencia se afirman sobre la relación con el führer. Es decir, la masa puede darse cierta organicidad, y de hecho se la da, pero tal organicidad se afirma en la negación de lo propio y de la complejidad de cada integrante de la misma, se afirma en la sustitución de tal “propio” y de tal complejidad por el tributo al líder, se afirma en la verticalidad acrítica, en la obediencia “debida”.

La masa reconoce su origen ancestral en la horda primitiva (Darwin y Freud) la cual se configuraba casi como una manada que respondía a la autoridad despótica del macho jefe.

 

Más allá del carácter conjetural de la horda primitiva, sirve para poner muy en negro sobre blanco, que una trama cuyas raíces se hunden en el inconsciente social está siempre al acecho buscando emerger. La barra brava o la patota son versiones actuales representativas de esa supuesta horda primitiva.

 

Manifestaciones funestas han sido los gobiernos tiránicos cuyo máximum fue la última dictadura con sus grupos de tareas.

 

Sucede que, de acuerdo a lo expuesto, la que es objeto de manipulación es la masa; el pueblo jamás puede ser manipulado, justamente porque es la población políticamente culturalizada y organizada que se caracteriza por la cuádruple operación ut supra detallada.

 

No toda masa es un reflejo de la horda primitiva pero sí podemos suponer, fundadamente, que, tal figura, arroja luz sobre comportamientos que, aunque parezcan “muy civilizados”, expresan el retorno de un gregarismo patotero que provoca malestar, desazón, incluso pánico.

 

Lo que sí permite inferir esta apelación a una noción que se remonta a lo más pretérito es que la masa es sustancialmente atraída por el poder: aquello que o aquél que ocupe, real o imaginariamente, el lugar de mayor nivel de concentración de poder es el imán, es el hipnotizador, es la fuente de la identificación que propiciará la ligazón entre los miembros de la masa. El “aquello” o el “aquél” puede ser el imperialismo, puede ser el grupo hegemónico, puede ser la persona que maneja los hilos, puede ser el magnate, el famoso, etc.

 

En nuestro país, la masa idealiza al imperialismo y/o al colonialismo o los concentradores de poder locals en todas sus expresiones, muy particularmente el de los EEUU de Washington: para la masa éste se alza como omnipotente y dotado de todas las virtudes.

 

Tenemos entonces que mientras para el pueblo se trata de construir poder como herramienta para la instauración de la sociedad más justa según la fase histórica, para la masa el poder, real o imaginario, el poder acumulado o fácilmente acumulable es el objetivo, es su punto de llegada. Apoyar a quien considera dueño del poder libera de la incertidumbre, del riesgo y de la angustia.

Señalo al pasar que Elías Canetti, en su valiosa obra Masa y poder, incurre en un equívoco, siempre y cuando lo haya leído y comprendido correctamente: el de hacer equivaler la masa a la multitud.

Masa y multitud son fenómenos distintos. La masa puede darse de modo difuso, sin la modalidad de multitud, como por ejemplo al votar o al expresarse, paradójicamente, según la maliciosa noción de “mayoría silenciosa”. Por su parte, una de las modalidades de manifestarse el pueblo es la de la multitud como, por ejemplo, cuando reclama públicamente, en el ágora, siempre organizadamente. Es decir, habrá que ver en cada caso cuándo la multitud representa a la masa y cuándo al pueblo.

Esta última aseveración es clave para interpretar el desbordante fenómeno colectivo desencadenado en las calles de nuestro país por la llegada de la selección nacional de fútbol

Una demostración categórica de la diferencia entre masa y pueblo se puede observar respecto de la invasión nazi en los países que fueron ocupados: una parte de la población invadida, aplaudió al invasor; otra, emprendió la resistencia. Fácil se deduce que aquélla representó a la masa y que las resistencias de esos países (Francia, Grecia, Holanda, Europa oriental, incluso Alemania e Italia) expresaron a sus pueblos. 

 

Podríamos seguir mostrando diferencias entre masa y pueblo, pero aceptemos que lo expuesto es suficiente, en aras de no abrumar ni extendernos al infinito.

 Un Proyecto de emancipación y realización así como la conducción política son, ante todo, Proyecto y conducción política del pueblo y trabajadoras/es; a la masa se llega sólo a través del pueblo. Aclaramos que eso significa, en términos de la creación de este autor, el Método Vincular, adoptar la secundarización o concepción secundarizada de una dirección y más precisamente, el Posicionamiento Vincular Constructivo.

 

Interpretando el acontecimiento colectivo causado por la llegada de la selección nacional de fútbol

En las multitudes confluyeron la masa y el pueblo.

La masa, renegando justamente de las subjetividades, sustituyó los ideales del yo de cada miembro por el culto de la selección, comportándose así según la sociabilidad sincrética de Bleger, la serie sartreana, el supuesto básico de Bion, etc

Esquemáticamente, podríamos afirmar que la masa se conforma con rendir tal culto y de tal manera convalidando lo establecido.

Es tarea de la conducción política detectar cómo en esa multitud se manifestó el pueblo y cuál fue su mensaje.

Como la Argentina carece de conducción política ese mensaje tiende a pasar desapercibido.

El mensaje, complejo, se resume así:

Uno, desconocemos a las dirigencias y gobernantes de todo cuño (algo tan evidente que hasta los periodistas e intelectuales menos dotados advirtieron, asustados, esto).

Dos, aspiramos a otra Argentina, una Argentina que se realice junto con su pueblo.

Tres, el comportamiento de la selección constituye una especie de lucecita que alumbra el camino a seguir en el cual lo mas relevante es apelar a toda la potencia en vez de la resignación a lo que hay y al sometimiento bajo concentradores y factores de poder globales y locales,

Cuatro requerimos imperiosamente conducción, organización, estrategia y movilización orientadas a objetivos.

 

Rubén Rojas Breu

Buenos Aires diciembre 24 de 2022