martes, 15 de febrero de 2022

QUÉ ENTENDER POR NEGOCIACIÓN

 

 

 

 

Rubén Rojas Breu

QUÉ ENTENDER POR NEGOCIACIÓN

 

Acerca de la insuficiencia de las definiciones convencionales

Las definiciones convencionales, habituales o difundidas sobre qué es la negociación tienden a considerarla un proceso de discusión entre partes, con el fin de alcanzar un acuerdo aceptable.

Para el diccionario de la RAE la negociación consiste en “tratos dirigidos a la conclusión de un convenio o pacto".  

Justamente cuando escribo estas líneas, se están dando febriles negociaciones entre la Federación Rusa, Ucrania, la OTAN, los EEUU de Washington, potencias europeas y asiáticas con la finalidad de acordar una salida pacífica, al mismo tiempo que ciertos actores, muy interesados, incentivan el enfrentamiento bélico. Entre estos instigadores se encuentran justamente la OTAN, muy especialmente los déspotas y concentradores de poder y de riqueza de uno y otro lado así como las bandas del neonazismo global que buscan erigirse en dechados de épica cuando lo único que los anima es su ingénita vocación belicista.

El gobierno argentino acaba de lograr luego de extensas, rimbombantes y álgidas negociaciones un acuerdo con el FMI, un acuerdo que, todo indica, es sumamente desfavorable para nuestro país. Está buscando, denodadamente, la aprobación final del Congreso de la Nación, pese a la ilegalidad del préstamo oportunamente acordado al ex gobierno despótico de Cambiemos y pese, también, a que las condiciones internacionales hoy, guerra incluida, favorecen o hubieran favorecido que la Argentina desconociera las pretensiones del organismo multinacianal tan desacreditado como expoliador y asumiera activamente una posición agresiva que implicara someter al juzgamiento internacional al FMI y a iniciar procesos legales contra quienes, en nuestro país, contrajeron la deuda para fines inescrupulosos, particularmente la tan citada "fuga de dólares".

Todo indica que el gobierno argentino no negoció, sino que capituló, que se rindió antes de presentar una batalla justa que no nos llevara nuevamente a un callejón sin salida, a más sufrimiento de las mayorías, a postergar toda posibilidad de desarrollo integral y a resignar, desmedidamente, soberanía. 

Tanto la guerra entre Rusia y la OTAN, cuyo campo de batalla es Ucrania por decisión de un gobierno ávido de "occidentalizarse" o de alinearse incondicionalmente con los EEUU de Washington, como el acuerdo con el FMI que la Argentina está concretando, nuevamente en un escenario en el que está ausente la decisión popular, reflejan el fracaso de lo que debería entenderse, genuinamente, por negociación.

Un acuerdo que parte de aceptar, por parte del gobierno argentino, que hay que “honrar” la deuda contraída deshonrosamente con tal organismo multinacional, el cual, para conceder el préstamo inusual, el del monto más elevado de su historia, vulneró, desacató, sus propios estatutos. El fin del préstamo fue el de favorecer al anterior gobierno, francamente despótico, a los efectos de un triunfo electoral, propósito fracasado.

Esa deuda fue, entonces, contraída ilegalmente, ya que no se respetó la obligación constitucional de la aprobación por parte del Congreso Nacional de la Argentina ni, como está dicho ut supra, los propios estatutos del organismo prestador.

De tal manera, la guerra en el Este de Europa (una de tantas guerras que ni siquiera son tenidas en cuenta), con alcances imprevisibles, así como el acuerdo de la Argentina con el FMI,  son detonantes de altísimo voltaje para aproximarnos, conceptualizando, al tema tan urticante de la negociación.

 

Conceptualizando sobre qué entender por negociación

Por empezar, vale la aclaración de que la negociación es un proceso constante, diríase constitutivo para los humanos. Los humanos, aunque no lo percibamos, estamos negociando todo el tiempo y en los más variados ámbitos.

Se negocia en la familia por parte de sus integrantes con el fin de alcanzar, si es factible, un equilibrio que facilite la convivencia y a lo largo de la jornada se sigue en ese tipo de comportamiento básico. Al viajar se abona, sea combustible o pasaje, según tarifas que resultan de negociaciones; en el lugar de trabajo cada cual se conduce de acuerdo a reglas, convenios, remuneraciones, prestaciones, contratos, pagos y obtención de beneficios, etc. que se negocian o que cristalizan, suficiente o insuficientemente, como resultantes de negociaciones, frecuentemente desfavorables para las poblaciones y beneficiosas para los acumuladores.

Por lo tanto, en una primera aproximación, cabe enunciar esta premisa: la negociación es un proceso perpetuo que se da en todos los ámbitos de la vida humana.

En su momento, para ejemplificar con algo que en apariencia es trivial, pero que considero muy elocuente para enfatizar hasta qué punto la negociación está presente continuamente en todas las áreas, conceptualicé a la mayonesa envasada como “aderezo síntesis”. Esa conclusión fue resultante de investigaciones sobre el comportamiento de consumidoras y consumidores: el rechazo o la baja disposición a comer determinados alimentos por parte de los integrantes de un grupo familiar se podía resolver con el agregado de la mayonesa envasada, la que se comercializa en supermercados y almacenes. La capacidad de tal mayonesa para enmascarar y saborizar hacía o hace que, finalmente, hasta comidas que podrían generar rechazo o pocas ganas se tornan atractivas o sabrosas, v.g., las ensaladas, las distintas carnes, los más variados fiambres, etc.

Es decir, la mayonesa “sintetiza” al permitir que los distintos miembros de una familia compartan gustosamente una misma comida más allá de sus preferencias personales.

Según el diccionario de la RAE, síntesis es la “composición de un todo por la reunión de sus partes".

Según Hegel: "el espíritu que se ha arrancado de la naturaleza para volverse hacia sí mismo como espíritu subjetivo (tesis), y que luego ha creado un mundo humano objetivo (antítesis) –especie de segunda naturaleza- en el derecho, la moral y el Estado, tiene que regresar hacia sí en un movimiento que supere a la vez la subjetividad y la objetividad: es el espíritu absoluto (síntesis), el espíritu definitivamente reconciliado consigo mismo".

Más allá de las derivaciones idealistas del texto hegeliano, una afirmación se impone: la síntesis es la superación de contrarios, es resultante de una lucha de opuestos, lo cual, ya de otra manera, retomará Marx.

De tal manera, tenemos un segundo postulado en torno a la negociación: toda negociación exitosa es una síntesis¸ una síntesis que contiene a los opuestos o contrarios, a las posiciones antagónicas o diferentes (según el caso y según el grado), al mismo tiempo que lleva tales actores y enfoques contradictorios o disímiles a un nivel superior, decididamente superador. Por ahora, la síntesis parece lejana en el Este europeo así como en confrontaciones de otras latitudes como Medio Oriente (Israel arrementiendo contra Palestina como el caso más notorio) y, desde ya, negada en el acuerdo de la Argentina con el FMI ya que una de las partes, la que representa al organismo internacional, se alzó con la parte del león.

Ahora bien, de acuerdo a lo que estamos desarrollando, un nuevo postulado o, mejor aún, el punto de partida para conceptualizar la negociación se nos impone: el conflicto.

Las nociones convencionales, las más difundidas, con las cuales comencé este artículo ocultan, disfrazan, escamotean o esconden lo decisivo: no hay negociación si no hay conflicto.

Todas esas nociones convencionales incurren en renegación o desmentida, expresiones que nos remiten a una de las principales elaboraciones de Freud y, por supuesto, del psicoanálisis: el dispositivo inconsciente por el cual no se percibe lo que está a la vista o lo que debiera observarse y pensarse en primer lugar. Recordemos que, según el fundador del Psicoanálisis, el niño al caer en la cuenta de los genitales femeninos en vez de reconocer la ausencia de pene, lo alucina o supone que “ya le va a crecer”. No voy a detenerme en Freud, cuyos textos siempre esclarecedores, son de fácil consulta, pero sólo señalo que, llegado el momento de tomar conciencia, trama edípica mediante, se desemboca en el complejo de castración.

De tal manera, se reviste a tal punto de pacifismo a la negociación que se desmiente que la misma se da porque inexorablemente hay conflicto.

Tanto en lo más banal, la comida habitual de la familia, como en lo más trágico y destructivo, la  guerra, la negociación se pone en marcha porque hay conflicto. La niña, el niño o el adolescente que rechaza determinado plato está en conflicto con la preparación que se le ofrece y, por lo tanto, con quien está a cargo de la misma: aderezar con mayonesa es el resultado de la negociación explícita o tácita con la que se supera tal conflicto entre lo indeseable y lo gustoso, para lo cual tal salsa fría de origen español (de Menorca) emerge como sintetizadora.

Ante la inminencia  o la materialización de la guerra los contendientes pueden llegar a un acuerdo si la negociación resulta exitosa, lo cual presupone que ambas partes alcanzaron una satisfacción posible.

Ni el plato con mayonesa ni el pacto alcanzado para evitar o finalizar una guerra satisface jamás totalmente a las partes: quien come la ensalada con mayonesa está resignando lo que hubiera preferido, como por ejemplo una hamburguesa con papas fritas; cada contendiente obtiene lo posible, seguramente mejor de lo que disponía previamente a la negociación, pero algo que está o estará por debajo de lo que hubiera logrado con un triunfo  o un salirse con la suya contundente. El FMI se salió con la suya y en Europa está aún por verse.

De tal manera, otro postulado nos sale al camino de estas elaboraciones: toda negociación implica un acuerdo que facilita un equilibrio en aras de la coexistencia al mismo tiempo que supone cierta renuncia o resignación de expectativas para las partes.

Nunca es ocioso traer a colación la célebre sentencia de Clausewitz: “la guerra es la continuación de la política por otros medios”.

La política está presente en toda la vida humana o de los humanos y supone la existencia, intrínseca para la especie, del conflicto. La guerra solamente patentiza, del modo más dramático, el conflicto que preexistía en la situación de paz.

De manera, que lo abordemos por donde lo abordemos, hay que partir del conflicto y, definitivamente entonces, se negocia porque hay conflicto.

Toda negociación, al poner término a un conflicto, jamás implica una solución definitiva, jamás implica un equilibrio estable para todo tiempo venidero.

Toda negociación lleva a un resultado que siempre hay que considerar como forzadamente alcanzado y que jamás, como ya dijimos arriba, satisface por entero a las partes. La insatisfacción subsistirá y será únicamente controlada en la medida que las partes no solamente respeten el acuerdo alcanzado, sino que lo fortalezcan a través de renegociar en distintas oportunidades.

Así tenemos otro postulado: los resultados de toda negociación son relativamente provisorios e inestables.

Lo que también está descuidado u omitido en las nociones que se divulgan sobre qué es la negociación, es el rol de la terceridad, el rol del tercero, el rol de aquello que encarna a Ley.

Si bien en la negociación las partes (dos, tres o más según sea el caso), en apariencia, participan por sí mismas y todo parece indicar que sólo ellas participan, existe siempre el tercero. A veces éste es manifiesto y opera como convocante, mediador, conciliador. Por ejemplo, a punto de estallar la inconcebible guerra entre la Argentina y Chile por el canal de Beagle, en 1978, el Papa Juan Pablo II envió a su representante, el cardenal Samoré, el cual instó exitosamente a los antagonistas a acordar pacíficamente. Obsérvese de paso que se constata el postulado anterior acerca de la provisoriedad e inestabilidad de los resultados de una negociación, ya que el anterior gobierno chileno encabezado por Piñera recientemente salió a hacer nuevamente reclamos por diferencias en torno a los límites.

Volviendo al rol de la terceridad: las partes de sientan a acordar porque la Ley -terceridad por excelencia tal como la defino según mi creación el Método Vincular, definición que se encuentra en este mismo blog-, materializada en las leyes jurídicas internacionales, las leyes sobre el comportamiento humano en general, las leyes sobre la guerra y, fundamentalmente, las leyes de la Política, incita y crea las condiciones para hacerlo. Además, el planeta en general, por ejemplo, ante la eventualidad de una guerra, sea por Ucrania, sea por nuestro Beagle o por Malvinas, reclama soluciones pacíficas, actuando así como un tercero.

Los papeles de la terceridad y del tercero son también habitualmente renegados, objeto de la renegación según el Psicoanálisis.

Nuevo postulado entonces: toda negociación implica la terceridad y el tercero, lo cual es habitualmente renegado o no percibido o no tenido en cuenta en análisis y evaluación de situaciones.

Dado que el sustento de una negociación es el conflicto, cada una de las partes para alcanzar el mayor logro posible en la tramitación de la misma debe partir de una posición de fuerza. En términos de las definiciones de mi autoría sobre Política, Poder y Relaciones de Poder, la parte debe afirmarse en una posición de poder, postulado de vital importancia.

Afirmarse en una posición de poder implica reconocer y conocer al dedillo las ventajas competitivas con las que se cuenta, de las que dispone la parte propia y el antagonista. Una ventaja competitiva es la que tiene tanto objetiva como subjetivamente valor como para imponer el propio deseo. Tales ventajas competitivas deben ser deducidas o detectadas, ya que las determinantes escapan a la conciencia y radican en lo latente o se hallan en estado de latencia.

La ventaja competitiva es articulación de las capacidades, aptitudes y dispositivos propios que suponen valor con potencial de éxito, así como las incapacidades, insuficiencias e inconsistencias del antagonista.

Por supuesto, que también, para un acabado análisis de las ventajas competitivas se requiere conocer, simultáneamente, las propias debilidades y el potencial del enemigo, del adversario, del rival.

Siempre cada parte dispone de ventajas competitivas y, al mismo tiempo, de debilidades comparativas.

De tal manera, una posición de poder, determinada por las relaciones de poder, se basa en ventajas competitivas, en un potencial con capacidad de forzar al enemigo o antagonista a negociar.

Tal posición de poder es vital para negociar, y así estamos enunciando otro postulado.

Para entender y aplicar toda esta conceptualización de poder y, sobre todo, para apoyarse firmemente en una posición de poder asociada a ventajas competitivas, es fundamental contar con conducción, cultura, estrategia y organización políticas.

Entonces, tenemos un último postulado: la negociación eficaz depende imperiosamente de la conducción, cultura, estrategia y organización políticas.

 

Sobre la negociación con el FMI

Todo indica que cada una de las partes en la confrontación en torno a Ucrania, se basa en una posición de poder.

Todo indica, por otra parte, que el gobierno argentino para acordar con el FMI no partió de una posición de poder, que confundió negociación con aceptación de lo posible de acuerdo a la ostentosa posición de poder de la contraparte y que ignoró toda esta conceptualización acerca de qué es negociación y sus distintos postulados.

La Argentina para partir de una posición de poder cuenta con:

  • que el préstamo del FMI fue contraído de manera ilegal, lo cual podría ser reconocido por la Corte Internacional de Justicia, el tercero más calificado para los efectos; o sea, el gobierno argentino “olvidó” recurrir a algún tercero,
  • que tal préstamo no sólo es ilegal por no haber contado con la venia del Congreso argentino sino también porque ignoró supinamente los estatutos del FMI,
  • que, principales sostenedores del FMI, en particular Gran Bretaña coloniza parte de nuestro territorio desoyendo a las Naciones Unidas, a los países latinoamericanos y de otras latitudes, a potencias como Rusia y China, toda una debilidad del Reino Unido ya que ignora las leyes internacionales,
  • que en tal latrocinio Gran Bretaña cuenta con la complicidad de los EEUU de Washington, principal accionista del FMI, país que, por tal complicidad, vulnera también las leyes internacionales,
  • que en la Argentina operan numerosas corporaciones británicas y de los EEUU de Washington, así como hay tenedores de tierras de tales procedencias, a los cuales les puede caber la expropiación,
  • que todas esas posesiones, extracontinentales como las islas Malvinas y nuestro océano y continentales en distintos puntos de nuestro país, superan con creces el monto del préstamo aviesamente concedido por el organismo internacional.

Por otra parte, ante la extorsión gravísima en la que se incurre amenazando que el no pago o la discusión del mismo supondría que la Argentina se quedaría sin crédito y sin la posibilidad de comerciar a nivel internacional, sin poder importar ni exportar, el gobierno se comportó, por decir lo menos y pensando en “buena fe”, ingenuamente. Ningún país queda fuera de los “mercados” por objetar una obligación discutible, ilegal. Justamente, no beneficiaría a nadie, empezando por las propias corporaciones y tenedores extranjeras y extranjeros que operan en nuestro país.Mucho menos quedaría afuera en este momento en el que se libra una guerra de proporciones entre Rusia y la OTAN: nadie querría dejar afuera en tales circunstancias, imprevisibles, a un país que, aún cuando es sumamente atrasado, dispone de alimentos, minerales, recursos energéticos, un mar inmenso, agua, capacidad para hospedar refugiados, etc.

Sirva lo antedicho como ejemplo acerca de qué es negociar según nuestra conceptualización y qué es mera resignación cuyas consecuencias, nefastas, recaen de manera ignominiosa y francamente empobrecedora sobre la nación y sus habitantes.

Y obsérvese, especialmente, que el gobierno argentino no recurrió a la terceridad o al tercero o a algún tercero. Cayó en el pantano de la endogamia.

 

Enunciación de los postulados descritos

  1. La negociación es un proceso perpetuo que se da en todos los ámbitos de la vida humana. Toda negociación exitosa es una síntesis. 
  2. Toda negociación deviene de la existencia de conflicto.
  3. Toda negociación implica un acuerdo que facilita un equilibrio en aras de la coexistencia al mismo tiempo que supone cierta renuncia o resignación de expectativas para las partes.
  4. Los resultados de toda negociación son relativamente provisorios e inestables.
  5. Toda negociación implica la terceridad y el tercero.
  6. En toda negociación la parte debe afirmarse en una posición de poder, conociendo en profundidad las propias ventajas competitivas y las insuficiencias del antagonista.
  7. La negociación eficaz depende imperiosamente de la conducción, cultura, estrategia y organización políticas.

 

De acuerdo al Método Vincular (Rubén Rojas Breu)

De acuerdo al Método Vincular (Rubén Rojas Breu) la Negociación se inscribe en la Secundarización, ya que supone:

  • articulación Ley-Deseo,
  • sustitución al menos provisora de la polarización amigo-enemigo por la de actores (sociales propiamente dichos, políticos o geopolíticos) que interactúan con el propósito de alcanzar un equilibrio que facilite la coexistencia,
  • máxima apertura exogámica, ya que presupone el reconocimiento del otro y de lo otro,
  • concepción estratégica.

 

Referencias bibliográficas

Rojas Breu, Rubén (2002): Método Vincular. El valor de la estrategia, Eds, Cooperativas de Buenos Aires.

Rojas Breu, Rubén: Artículos en rubenrojasbreu.blogspot.com y rubenrojasbreuelaula.blogspot.com

 

Rubén Rojas Breu

Buenos Aires, febrero 15 de 2022 y actualizado marzo 16 de 2022

 

viernes, 22 de octubre de 2021

SOBRE LA SERIE "EL JUEGO DEL CALAMAR"

 

 

 

Rubén Rojas Breu

 

¿QUÉ SE JUEGA EN LA SERIE SURCOREANA “EL JUEGO DEL CALAMAR?”

 

Índice temático

Advertencia

Contextualizando

Sobre la serie El juego del calamar

Qué se juega en la serie El juego del calamar

Conclusión

 

Advertencia

La serie El juego del calamar es trivial.

Esta aseveración no tiene por finalidad impactar ni desconcertar y tampoco es una mera opinión ni un juicio de valor ni una afirmación prejuiciosa.

Es un aserto fundado en razones comprobables, verificables.

Es trivial si se consideran la temática de la que se ocupa y su narrativa: no hay innovación sino reiteración de lo ya leído o ya visto en cuentos, novelas, películas y series.  

Sin embargo, es indiscutiblemente exitosa.

Barthes señaló hace décadas que los grandes relatos ya habían sido escritos, de modo que en el siglo XX o en nuestra contemporaneidad es prácticamente imposible encontrar tramas enteramente novedosas; en cambio, señala el semiólogo francés, cuentos y novelas de la actualidad se diferencian o renuevan a través de los indicios, a través de detalles particulares que pueden generar interés.

La serie surcoreana es trivial ya que, aplicando las acepciones del Diccionario de la Real Academia Española, recurre a lo “vulgarizado, común y sabido de todos”, a lo “que no sobresale de lo ordinario y común, que carece de toda importancia y novedad”.

Por eso esta advertencia: no escribo este artículo motivado por el deslumbramiento o la admiración ni por la disposición a recomendarla.

Este artículo obedece al impacto, al nivel de audiencia, la repercusión lograda. Es un artículo con el que me propongo dar cuenta del porqué una serie que califico de “trivial” pudo alcanzar tan resonante logro según sus niveles de audiencia, su celebridad y hasta el interés que despierta entre especialistas, intelectuales, referentes y medios.

Soy habitual espectador de películas y, sobre todo, de series surcoreanas, a muchas de las cuales considero excelentes e inigualables.

En favor de El juego del calamar destaco como muy valorable la producción, la estética -notoria en vestuario y escenografía-, la cámara y las magníficas actuaciones.

Es entonces una serie que exhibe muy logradamente lo ya sabido, lo ya relatado en innumerables novelas, filmes y series.

Desde luego que para quienes no han tomado contacto nunca o lo han hecho escasamente con relatos similares, la serie puede parecer novedosa, pero lo cierto es que ha atraído por igual a tales principiantes como a experimentados. Entre dichos principiantes hay que contar a niñas, niños y adolescentes que se dejaron atrapar por la serie y que, en casos que se difunden mediáticamente, la adoptaron al punto de incurrir en imitaciones que espantan a adultas y adultos; valdría considerar que esta serie no inaugura tales emulaciones ni mucho menos si se tienen en cuenta difundidos videojuegos. Casos notables son el de Pokémon go o filmes en los que se narra sobre asesinos múltiples adolescentes en establecimientos educacionales de los EEUU de Washington.

Resumiendo todo lo antedicho, las claves del éxito habría que buscarlas no en la originalidad de lo que se cuenta sino en el impacto que causa lo que se exhibe.

 

Contextualizando

La serie surcoreana El juego del calamar ya es todo un suceso y hasta hay pronósticos que la consideran la más resonante y de mayor alcance de todas las producciones de este género, incluyendo la muy exitosa La casa de papel y otras de similar repercusión.

Ya hace años la producción en cine y televisión de Corea del Sur comenzó a tornarse crecientemente destacable alcanzando la paridad no solamente con otras potencias en este terreno de Asia (Japón, China o la India) sino con Europa, con los países más prolíficos de América Latina,  con Canadá y con Oceanía; al mismo tiempo, junto con todo lo que se genera en esas diversas latitudes, Corea del Sur participa del conjunto que empieza a pisarle los talones a los EEUU de Washington.

Series surcoreanas como Está bien no estar bien, Saimdang, memoir of colours, Mi vida incompleta o Mi señor se ubican entre las mejores producciones del planeta en décadas.

Así que la serie El juego del calamar no es un logro aislado, inédito o circunstancial de Corea del Sur sino una realización que forma parte de un plan de desarrollo que ese país se ha propuesto para llegar a lo más alto en esta industria y, sobre todo, en estas artes.

Las mejores realizaciones surcoreanas se destacan por la creatividad, la estética, la profundidad, la sutileza, libros y guiones, dirección, cámaras y actuaciones. Todo tiende a lo sobresaliente. No cabe idealizar ya que también, como suele acontecer, cuenta con producciones mediocres o poco originales, pero que, como en todas partes, constituyen la hojarasca sobre la que se eleva lo sublime.

Desde ya, El juego del calamar destaca por su dirección, su estética deslumbrante y actuaciones descollantes de un elenco con intérpretes ya consagrados, algunas y algunos, si no todas y todos, a la altura de las mejores y los mejores del planeta.

No voy a hacer ninguna sinopsis por dos razones:

  • una, para no provocar en la eventual lectora o eventual lector de este artículo el disgusto por revelarle lo que quiere conocer de primera mano,
  • dos, porque abundan ya en portales y sitios especializados resúmenes, descripciones y hasta revelaciones que atentan contra la intriga o el misterio que la serie contiene.

En este artículo voy a intentar desentrañar lo que está en juego, latentemente, en esta serie y, en lo posible, proponer algunas hipótesis que den cuenta del impacto que produjo, de la atracción en la numerosa audiencia.

Dando un rodeo que considero oportuno y pertinente, comienzo por algunas precisiones que sirvan para encuadrar:

  • Corea del Sur es hoy la undécima potencia mundial, por lo cual buscar semejanzas y diferencias con la Argentina es un intento fallido cuando no una conducta tendenciosa, falaz, por la cual se incurre en comparaciones enojosas y engañosas, comparaciones por las cuales se pretende renegar (psicoanalíticamente hablando) de que mientras el país oriental está en la cúspide el nuestro se halla en plena decadencia, una decadencia que hasta asusta porque parece irreversible,
  • En relación con lo antedicho, la pobreza en Corea del Sur, 14% (contra el 41% que se difunde sobre bases no confiables de la Argentina, un 41% que se queda corto) es, más allá de los respectivos porcentajes, una pobreza cualitativamente distinta (por empezar, no hay hambre ni villas ni favelas ni guasmos ni desprotección extrema de niñas y niños, etc.),
  • En Corea del Sur el sentimiento de pertenencia nacional no sólo se da en la población sino también, acendradamente, en sus gobernantes, dirigencias, empresarios, sindicatos, movimiento estudiantil, mientras acá entre quienes ocupan posiciones líderes en todos los ámbitos prima no sólo el desprecio o desvalorización de lo popular sino de lo nacional, de la nación,

Si se reduce, como se acostumbra hacer, a la formación socioeconómica, efectivamente Corea del Sur es un país capitalista, pero esto es una simplificación dado que no hay ninguna nación equivalente o idéntica a otra, aunque se comparta dicha formación socioeconómica; este país asiático instrumenta el capitalismo, no se resigna a tal régimen ni se agota en él, tanto más cuanto pesan enormemente su historia, sus tradiciones, su particular enfoque de la libertad y los derechos, su cultura,

  • Corea del Sur ha pasado por largos períodos de ocupación por parte de potencias extranjeras (Japón, China, Rusia, Francia, Gran Bretaña, EEUU de Washington, etc. e incluso soportó intromisiones militares simultáneas, una guerra calamitosa y sanguinaria en el marco de la flamante Guerra Fría por entonces y hoy vive bajo el “control” de los EEUU de Washington y las amenazas de China, Rusia y Japón, sin ir más lejos); de tanto intervencionismo extranjero se repuso con una dignidad admirable.

 

Quede claro que lo antedicho no es una puesta en palabras de una suerte de idealización de Corea del Sur, país en el que también hay desigualdad e injusticia, sino que se trata de un esfuerzo de objetivación con el fin de tener la mayor claridad posible acerca de la procedencia de la serie hoy tan resonante y también respecto de que hablamos de un país que se ubica a distancia sideral del nuestro, así como en una posición muy alejada de los hermanos países latinoamericanos y africanos.

Un argumento al que se apela para ejemplificar el estrago que estaría causando en Corea del Sur su régimen socioeconómico es el de la alta tasa de suicidios. El suicidio, como cualquier otro comportamiento o dato desolador, no se puede considerar aisladamente respecto de una cultura en su totalidad. En Corea del Sur la magnitud que alcanza en la inmensa mayoría de sus nativos el Superyó, particularmente en su función de “conciencia moral”, es determinante para que se dé esa tasa: el que se considera perdedor se percibe como alguien que se comportó cobarde o deshonrosamente en el combate. Justamente, el suicidio, el tipo de suicidio, de uno de los coprotagonistas hacia el final de la serie constata este aserto.

 

Sobre la serie El juego del calamar

Todo tiende a indicar que el atractivo espontáneo e inicial de la serie, “el gancho” o el anzuelo, se encuentra en la conjunción de su título con sus afiches o fotogramas en los cuales se destaca la estética, especialmente la del vestuario. Luego, las recomendaciones o el boca a boca aludiendo al relato, la trama y la tensión dramática contribuyeron determinantemente al éxito y alcance logrados, éxito y alcance todavía en curso.

Como es obvio el título es lúdico, pero esta obviedad deja de ser redundante si se considera cómo se articulan los vocablos clave “juego” y “calamar”.

No se trata de cualquier juego, sino del juego del calamar lo cual genera intriga: para los surcoreanos, según cuenta la serie, es conocido y muy practicado en la infancia, pero aun así despierta para ellos el interrogante acerca de qué se tratará en este caso, por qué una serie se ocupa de un entretenimiento popularizado; para quienes pertenecemos a otras latitudes se trata de responderse a la pregunta “¿de qué se tratará este juego?”.

Que un título contenga intriga o misterio genera impacto.

Ahora bien, dando un giro a la espiral, el título anticipa que a la serie hay que considerarla como un juego; nos está diciendo que verla es participar de una experiencia lúdica y, por lo tanto, no se trata de tomar en serio, con toda la carga dramática que supone, su contenido.

La combinación con la palabra “calamar” subraya lo antedicho ya que este molusco se asocia, por quienes lo conocen, con lo simpático, la inocencia y, además, con lo rico (muy especialmente, en su versión “rabas”).

De tal manera, es un título que conjuga lo lúdico, la intriga, la simpatía y lo goloso.

La estética es otro pilar de la serie y se manifiesta fundamentalmente en los escenarios intensamente cromáticos y los vestuarios vistosos.

Más allá de lo dicho al principio acerca de que carece de originalidad en lo referente a la temática y lo narrativo, a la vez es cierto que cuenta con sobrada tensión dramática dada la índole de los juegos y lo que se pone en juego, la incertidumbre respecto de en qué consistirán y cuáles serán los desenlaces y las formidables actuaciones. 

Tiene un ritmo ágil, contiene secuencias atractivas, incluye intriga y misterio, y si bien su final no desconcierta, tampoco es necesariamente previsible, es relativamente sorprendente y queda abierto, dejando el interrogante acerca de si está en carpeta una segunda temporada (el director, Hwang Dong-hyuk dejó entrever en entrevistas que es posible).

Gran parte de las problemáticas que actualmente cobran vigencia o pasan a ocupar lugares de la mayor consideración están presentes: la competencia desaforada y desleal, la lucha de los carenciados contra carenciados o de “perdedores” contra “perdedores”, la desigualdad extrema de poder y de riqueza, la violencia de género, el endeudamiento a nivel micro (de personas y de familias).

Pareciera que para los realizadores éste último fuese el tema que les interesa subrayar ya que hacia el final señalan que ese tipo de endeudamiento prácticamente empata con el PBI surcoreano.

Creo, sin embargo, que quedarse con las explicaciones que simplifican ciñéndose a los males intrínsecos al capitalismo, incluyendo tal índole de endeudamiento atroz, es conformarse con poco y caer en lo trillado.

Finalmente, el capitalismo, deviniendo hoy lacra y lastre, no inventó las competencias feroces en las cuales se trata de vivir o morir, de subsistir o matar. En las antiguas Olimpíadas las luchas cuerpo a cuerpo eran a muerte y ésta era causada de una manera salvaje; lo mismo vale para el circo romano y las peleas entre gladiadores, los torneos medievales o, incluso, en nuestro continente, las acciones devastadoras o inhumanas que llevaban a cabo contra poblaciones originarias enteras los grandes imperios, particularmente el azteca. En la antigüedad remota helena se creía en la esfinge de Tebas, la cual devoraba a los viajeros que no adivinaban las respuestas de sus acertijos (Edipo dio con ellas y salvó su vida, causando, según una de las tantas versiones, el suicidio del monstruo).

Más acá en el tiempo hay que sumar a los duelos y tantas versiones sanguinarias de enfrentamientos “competitivos” sin olvidar cómo se complacían o complacen en el culto de la muerte el nazismo, el fascismo, el franquismo, el estalinismo, el supremacismo blanco de los EEUU de Washington, las intervenciones todavía corrientes de las grandes potencias en países colonizados, los fundamentalismos, así como las dictaduras cívico militares genocidas de nuestra latitud.

Además, tantas y tantos migrantes desesperadas y desesperados por llegar a Europa o a los EEUU de Washington participan de su propio “juego del calamar”: ¿quiénes lograrán llegar a la meta luego de cruzar en forma precaria el Mediterráneo o quiénes podrán poner un pie en el país del Norte de América, luego de largas travesías, de vadear arriesgando su vida el río Bravo o sortear la sanguinaria represión de parapoliciales y policías al servicio del supremacismo blanco yanqui?

En otro plano, infinidad de videojuegos atrapan constantemente a niños, niñas, adolescentes y adultos con su trama en la que los personajes deben alcanzar sus metas jugándose la vida y, en el intento, “muchas vidas” se pierden. Esto último debería tenerse en cuenta cuando inquisidoras e inquisidores cuestionan el efecto deletéreo que la serie surcoreana produce en infantes, infantes que ya están entrenadas y entrenados a jugar, ficcionalmente, a la vida o la muerte con su “play station”.

Independientemente de las intenciones de autores y realizadores de la serie El juego del calamar, considero que la perspectiva con que hay que afrontarla va más allá de un concreto período histórico y de las brutales limitaciones de una formación socioeconómica basada en la explotación de pocos humanos sobre grandes masas.

Tampoco cabe el reduccionismo a los instintos o a lo pulsional. Según el semiólogo francés Christian Metz, Freud desarrolla su producción en dos registros o discursos: el económico, basado en lo pulsional, y el simbólico.

De ceñirme a ambos opto, como Metz, por el último. Pero me permito dar un paso más y avanzar en el camino abierto por Politzer, Bion, Pichon Rivière y Bleger: el de la dramática, la dramática humana obviamente.

El gran aporte de Freud, insuperable y descomunal aporte, se basa en haber formulado una relación constitutiva, la interacción entre lo inconsciente/ el inconsciente y la conciencia, según mi interpretación; esa interacción es el cimiento sobre el cual se edificó toda esa creación desbordante y riquísima que es el Psicoanálisis, ruptura epistemológica mediante, cardinal fundador de la Psicología como ciencia con ramificaciones que se propagan en todo el territorio de las Ciencias de lo Humano.

Al mismo tiempo sostengo que lo instintivo o lo pulsional es una apelación a lo exógeno, a la búsqueda de causas de los comportamientos humanos que parten de lo que está por fuera de lo humano. Casi todo el edificio del Psicoanálisis, versión de su creador, se basa en el enfoque endógeno por el cual las determinaciones se descubren o formulan en función de lo intrínsecamente humano, de lo inherentemente humano: dicho de otro modo, de acuerdo a lo que es propio y sólo propio de lo humano.

De tal manera, no abordo el análisis que acá me propongo de la serie surcoreana ni sobre la base de lo que genera una formación socioeconómica, el capitalismo, ni sobre la base de lo instintual o la lucha entre la pulsión de vida y la pulsión de muerte o las lecturas simplistas del Eros y el Tánatos.

Manifiesto enfáticamente que no procuro dejar al capitalismo a salvo; lo que aplico es un enfoque que, ajustándose a los requisitos epistemológicos, dé cuenta de la serie surcoreana basándose en que lo que trata es propio de la dramática humana, más allá de una particular formación socioeconómica. En todo caso, el capitalismo aportará a los juegos “a vida o muerte” ingredientes de su cuño, pero insuficientes para responder en profundidad al interrogante en torno al porqué de tales juegos, de su repercusión y, en particular, de la resonancia lograda por la serie surcoreana.

 

 Qué se juega en la serie El juego del calamar

Dos ángulos para dar respuesta a la pregunta de este subtítulo.

El primer ángulo se refiere a algo ya adelantado en este artículo: Corea del Sur apuesta a alcanzar posiciones de liderazgo a nivel del planeta en películas y series. Por cierto, lo está logrando y las plataformas de mayor penetración corroboran tal afirmación.

Éste es el ángulo que corresponde a lo exterior a la serie, a su alcance masivo, su penetración y su éxito. Es como si en este éxito la serie hubiera concretado la salida airosa de su propio “juego del calamar”, ése en el cual miles de producciones a diario en el planeta procuran llegar a la meta salvando infinidad de obstáculos, máxime cuando no se cuenta con la descomunal maquinaria de propaganda de la que disponen los yanquis.

El otro ángulo corresponde a la interioridad de esta realización y bucea en búsqueda de las claves de esta realización y de su impacto en vastas audiencias.

Esas claves no se encuentran meramente en considerar a la formación socioeconómica capitalista, hoy tan agónica como devastadora, ni tampoco en la pulsión de muerte, en el Tánatos o en la entropía derrotando a la pulsión de vida, al Eros o al equilibrio termodinámico. Éstas serían fuentes exógenas que carecen del requisito de la especificidad o de la singularidad endógena, requisito según el cual la explicación de un fenómeno debe ser aplicable a tal fenómeno y sólo a tal fenómeno. Esas fuentes exógenas pueden aplicarse a infinidad de eventos, homogeneizándolos y, descuidando, por lo tanto, la heterogeneidad y la singularidad.

Si lo que centralmente se juega en El juego del calamar es relativamente atemporal o trasciende los límites de un período histórico determinado y de una formación socioeconómica concreta, tenemos que buscar qué es propio y hasta constitutivo de lo humano.

Por supuesto, qué es propio y hasta constitutivo de lo humano reflejado en la serie, ya que en nuestra especie se da mucho más, también propio y constitutivo, que lo que la serie exhibe.

Al respecto, vale señalar que la serie no incluye de manera protagónica, no tiene por qué hacerlo, lo que existe fuera de ella, un “fuera de ella” en la cual se da la solidaridad, la lucha política, la producción de conocimiento y de arte, etc. No obstante, hay alusiones a ese “fuera de ella”, algunas elocuentes, en las que se percibe que gran parte de la sociedad coreana, la gran parte, ama, trabaja, convive, construye futuro o, también, padece, lucha, todo de una manera que no es idéntica a lo que la serie enfoca. Esto último vale para Corea como para cualquier latitud.

En la frase “no es idéntica” estoy dejando entrever que allí se encuentran los intersticios y los espacios, que debidamente interpretados, pueden ser aprovechados para generar las condiciones sociopolíticas, las alteraciones en la “correlación de fuerzas” o en las relaciones de poder, para dar con la génesis de la transformación deseable.

Una de las calamidades que afrontamos es la del despliegue de sofistas que abruman a diario, siempre combinando arrogancia con superficialidad, acerca de las tendencias imperantes hasta absolutizarse acerca de la etapa histórica que nos toca vivir: así tenemos lo que hablan de que vivimos la era de la posmodernidad, o de la modernidad líquida, o de la encerrona en las garras de los medios masivos de comunicación o las redes virtuales, o del fin de la historia y de las ideologías o del imperio de lo efímero o, por supuesto, de la omnipotencia del capitalismo.

Tales corrientes sofistas y sus voceros, entre los cuales se incluye precisamente un surcoreano, Han, desconocen la complejidad de lo humano, la vastedad de lo que abarca, la heterogeneidad de comportamientos sociopolíticos y de culturas, y, también, lo cual es muy grave, que la inmensa mayoría de la población del planeta sufre hambre, miseria, guerras desastrosas, intervencionismo e intromisión, injusticia en todos los órdenes de la vida y que, por lo tanto, está muy lejos de ser alcanzada por la artificiosa y falaz “posmodernidad”. Quienes así predican sirven, objetivamente, a los intereses de las potencias y corporaciones dominantes, poniendo su mirada sobre los concentradores de poder e ignorando a los pueblos; más allá de sus intenciones conscientes, se comportan como mercenarios del imperialismo.

En su célebre tesis XI sobre Feuerbach, Marx afirma: “los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Todos esos predicadores a los que me refiero siguen las huellas de los filósofos de los que habla Marx y, por lo tanto, solamente interpretan (y para más, mal) en lugar de proponerse y proponer la lucha política que conduzca a la transformación.

Entonces veamos: ¿qué es lo que atraviesa la historia de la humanidad más allá de las eras, de los períodos o de las formaciones socioeconómicas y que, de una particular manera, la serie surcoreana pone en escena?

El despotismo, tan camaleónico como para adoptar distintos ropajes y apariencias en distintas circunstancias históricas, es la configuración que tiende a perpetuarse y aquí encontramos la clave por excelencia a partir de la cual descifrar qué se juega en la serie surcoreana.

Pero para no incurrir en lo mismo que arriba descalifico, advierto que el despotismo -y los despotismos- tiene en el pueblo -y en los pueblos- a su enemigo.

Parafraseando a Marx y, simultáneamente diferenciándome de él, postulo que la Historia es la historia de la lucha de los pueblos contra los despotismos.

La serie surcoreana muestra una de las versiones, en este caso alegórica y obviamente ficcional, del despotismo.

En la serie, sus realizadores, nos muestran como al pasar, en una breve secuencia casi resumida en un fotograma, la portada de un texto del psiquiatra y teólogo laico francés Jacques Lacan, otro que integra el ejército de predicadores sofistas.

La referencia clave de esa secuencia alude al “deseo” informándonos, quizá, que la serie reflejaría la concepción lacaniana de tal noción (noción cuando se trata de Lacan, noción vaga y filosófica; concepto cuando la fuente es Freud y concepto cuando a través de mi creación, el Método Vincular, se busca hacer del “Deseo” una premisa teórica epistemológicamente fundada, una formulación científica).

Lacan, basándose en Hegel (o copiando de éste) sentencia aquello de que “el deseo es el deseo del Otro”.

De acuerdo a mi conceptualización del Deseo, según el Método Vincular, el mismo es interaccional: el Deseo resulta de la articulación entre el deseante y lo deseable, así como, a la par, de lo deseable y el deseante. No hay deseo sin deseante y deseable o deseable y deseante articulándose, planteado de modo tal que ambos términos son siempre intercambiables y siempre se superponen o concurren.

En el despotismo se procura que uno de los actores, interactuantes, niegue al otro la condición de deseante y deseable. 

Asimismo, planteada tal premisa, defino al Deseo como la articulación entre:

  • La vivencia de plenitud o, lo que es lo mismo, la imagen ideal de sí.

 

  • La percepción de dominio sobre los otros y sobre lo otro, el poder.

 

Resumiendo, el Deseo conjuga imagen ideal de sí con poder.

En el despotismo la interacción se da de tal manera que un término, el déspota, aspira a concretar, de modo excluyente, la imagen ideal de sí con la posición de concentración absolutista de poder. Al mismo tiempo, niega al otro, a los otros y a lo Otro toda posibilidad, ni siquiera de aspirar, a tal concreción.

La condición inexorable y determinante para que el despotismo, a través del agente despótico (o del grupo despótico o del déspota a secas), aspire a concretar su deseo es el encierro endogámico.

En el despotismo la regla constitutiva es que todo se debe dar dentro de un cerco determinado y que queda vedada toda vinculación con lo exterior, con lo exogámico, con la posibilidad de desarrollar lazos de alguna índole que estén por fuera de tal marco. Si por alguna razón se torna inevitable el contacto con el exterior, el despotismo filtrará de manera que en tal contacto sólo se perciba lo compatible con él.  

De tal manera, el despotismo es la versión extrema de lo que, como uno de los cimientos del edificio teórico del Método Vincular, denomino Primarización (para lo cual remito a mi libro Método Vincular. El Valor de la Estrategia, Eds. Cooperativas de Bs. As., 2002 y a artículos publicados en medios especializados y en rubenrojasbreu.blogspot.com).

Toda la serie, salvo algunos atisbos que hay que detectar con una mirada minuciosa, ambiciosa del detalle o de lo sutil, transcurre dentro de los límites de la Primarización y contiene los cuatro Posicionamientos Vinculares que se ubican en la misma: el Dominancial y el Hedonista, distribuido entre los agentes despóticos o déspota, y el Mágico y el Doméstico, repartidos entre los participantes, sometidos, y también sus entornos de origen hasta donde éstos son incluidos.

El Dominancial y el Hedonista privilegian la dimensión Significante o instituyente: fundan, imponen, observándose la primacía del primero desde el principio al final de la serie y aludiéndose al segundo, particularmente en la lascivia y el intento de consumación erótica por parte de uno de los espectadores, el magnate atraído por el joven policía infiltrado.

El Mágico y el Doméstico, los cuales privilegian la dimensión Significado, se manifiestan, sobre todo, entre los participantes sometidos: la vinculación con lo supuestamente lúdico que resolvería milagrosamente sus carencias el primero y en la búsqueda de protección, los intentos de huida para preservar el valor de la Vida el Doméstico, notorio también, al menos, en la inclusión del hogar o los hogares del protagonista.

Ahora bien, aun cuando todo lo antedicho tiene sustento y habré de mantenerlo, debo hacer una revisión o, mejor expresado, un cambio de enfoque.

En todos los relatos, el final es estructurante: es desde el remate de una pieza (novela, cuento, filme o serie) que le encontramos el sentido más pleno a la obra en cuestión.

El final de El juego del calamar tiene dos tiempos:

  • el primer tiempo, consiste en cómo el protagonista se desentiende, rechaza, el premio consistente en más de cuarenta millones de dólares. Es decir, el dinero por el cual él, y todos los participantes, parece que fueran atraídos es desechado en una primera y trascendental instancia.

Tal dato confirma lo que defino como Deseo: la articulación entre imagen ideal de sí y poder. Llegar al éxito significa para el protagonista haber alcanzado su imagen ideal y sentirse dominante, incluso sobre quienes diseñaron y patrocinaron el juego (todo representado en la prolongada secuencia entre el organizador de la competencia y el protagonista).

  • el segundo tiempo, el remate como tal, supone que finalmente el protagonista se hace del dinero, se propone salir de viaje hasta que se entera de un modo pretendidamente casual que el juego se reeditará y, volviendo sobre sus pasos se dirige con destino desconocido, aunque se podría presumir que lo anima impedir la probable competencia que él ya había experimentado.

En el rechazo al dinero puede suponerse que pesó su conciencia moral, afectada notoriamente, porque el premio fue a costa de la muerte de sus competidores y, muy particularmente, de su antiguo compañero o amigo. Sin desconocer esta motivación, no obstante, el logro del Deseo consiste en lo ya dicho: conjugación de imagen ideal y poder.

De tal manera, lo que se juega en la serie surcoreana es:

  • por una parte, cómo se configura y cómo opera el despotismo, dejándose en claro que finalmente es impersonal, más allá de que se expresa a través de grupos, castas, élites o personas que hacen las veces de agentes despóticos,
  • por otra parte, cómo se lo afronta por parte de los tiranizados.

La serie surcoreana respecto de esta última cuestión transcurre mostrando cómo los sometidos, a través de variados comportamientos, aceptan el régimen despótico.

Lo que no pone “en juego” la serie es que, al despotismo en todas sus variantes, a los regímenes despóticos, se lo enfrenta con la Política: con la conducción, la organización, la estrategia y la acción políticas.

Hasta deja suponer de acuerdo al final que quizá, si hay una nueva temporada, el protagonista salga a enfrentar a los organizadores de la competencia con una suerte de cruzada personal, a la manera del héroe, desconociendo aquella sentencia de Oesterheld por la cual el héroe es el grupo, el héroe es un colectivo políticamente organizado (y no esos cachivaches concebidos como superhéroes por la maquinaria de propaganda estrambótica yanqui).

Cabe la hipótesis de que la atracción generada por la serie se basa, fundamentalmente, en cómo describe en clave dramática el despotismo, hoy imperante en todo el planeta en las más variadas versiones, cubriendo un amplísimo espectro y, a menudo, camuflándose con ropajes que hacen suponer que en distintos países se vive en democracia.

Espectadoras y espectadores perciben que sus propias vivencias de lo despótico, incluyendo la desesperanza, el sentimiento de la “sin salida”, están dramáticamente descritas en la serie.

 

Conclusión

La serie surcoreana no pretende, ni tiene por qué hacerlo, ir más allá de la descripción, una descripción que, como tal, inexorablemente confirma al despotismo ya que:

  • incurre en fatalismo,
  • desconoce la Política.

Esto último no implica que juzgue yo a la serie por su proclividad al fatalismo y por omitir a la Política: es una serie y, como cualquier tipo de narración, no tiene por qué cumplir con un mandato.

Pero sí quiero señalar que para espectadoras y espectadores se abren dos opciones:

  • una, aceptar mansamente que el despotismo es invencible, con lo cual obviamente se lo fortalece,
  • otra, la de asumir la conducción, organización y acción política, tomando a la serie como un interesante disparador.

 

Rubén Rojas Breu

Octubre 22 de 2021