miércoles, 15 de febrero de 2023

Maquiavelo y el porqué político del éxito del capitalismo

 

Rubén Rojas Breu

 

MAQUIAVELO Y EL PORQUÉ POLÍTICO DEL ÉXITO DEL CAPITALISMO

 

Procuro con este texto la mayor concisión. Así que voy al punto.

Estudié en profundidad a Maquiavelo y, muy especialmente, con detenimiento su célebre obra El príncipe.

Lo abordé sin los prejuicios hacia este gran florentino que fue, ni más ni menos, que el fundador de la Política como ciencia, del Estado moderno y de otras realizaciones que siguen vigentes. No me dejé llevar por la prédica de personeros de la Iglesia Católica y de las grandes potencias dominantes.

Maquiavelo tuvo un loable propósito: una Italia unificada e independiente. ¿Hay anhelo más legítimo y justo?

Maquiavelo es contemporáneo de lo que se dio en llamar el Renacimiento y vivió el esplendor de su patria chica, Florencia.

Voy a lo que prometo en el título de esta publicación.

Cuando leí y releí minuciosamente su obra más conocida, detecté lo que hace décadas traduje o interpreté como una ley básica de la política como ciencia.

Para comprenderla acabadamente es importante tener en cuenta que la era de Maquiavelo fue de un estado constante de guerra entre las monarquías europeas y, también, la época en que éstas buscaban denodadamente unificar a sus naciones, sometiendo a los nobles o señores feudales.

Tal proyecto de unificación se plasmó con los Luises, sobre todo Luis XIV, en Francia, con los reyes católicos en España, con Enrique VIII e Isabel I en Inglaterra y así en Rusia, la Germania, etc.

Se puede encontrar en El príncipe, de manera encubierta y ansiosa de ser descifrada, la ley fundante de la Política como ciencia:

“Si el poder se concentra le basta al enemigo con descabezar el estado para triunfar.

Si el poder se distribuye, se le obstaculiza al enemigo el logro de su victoria ya que debería derrotar a los distintos príncipes o líderes a cargo de los diversos territorios”.

En Maquiavelo “príncipe” equivalía a conductor o jefe político.

 

De tal manera, Maquiavelo nos dice que es relativamente fácil acabar con la concentración de poder absolutista y en cambio se hace muy difícil cuanto tal poder se distribuye en muchas manos.

Bajando más a tierra y simplificando hasta donde es posible: es más fácil terminar con una monarquía o con un rey que con distintos gobernantes. Para el enemigo, en este último caso, si derrota a uno de los gobernantes o jefe de una plaza, deberá luego enfrentar a otros mandatarios o líderes hasta apropiarse de una nación o territorio en su totalidad.

Si nos atenemos a la Revolución Francesa, en beneficio de la mayor didáctica y claridad expositiva, a los líderes de la misma y al pueblo les bastó con derrocar a Luis XVI; si Francia hubiera estado cogobernada por el rey y por distintos nobles o vicarios con capacidad de decisión en las distintas jurisdicciones del país galo, a quienes se rebelaban se les hubiera dificultado enormemente lograr su objetivo.

De tal manera, la derrota del absolutismo monárquico, concentración en una figura de toda la capacidad de decisión, estuvo facilitada, basándonos en la ley de Maquiavelo.

Véase que si nos apoyamos en lo planteado por Maquiavelo estamos poniendo el acento en lo político, estamos optando por la Política para dar cuenta de la dinámica social.

Más allá del valor de las tesis de Marx y de Engels, ceñidas a lo socioeconómico o, en términos de ellos, a la economía política, con Maquiavelo encontramos el porqué político, el cual es el más pertinente.

La derrota del absolutismo monárquico liderada por quienes respondían objetivamente a las burguesías urbanas y urbanizadoras, llevó a la diversificación, a la distribución de poder.

Esa distribución se da no solamente por los tres poderes formales ideados por Montesquieu (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) sino también por la diversificación creciente la cual agrega (a esos tres poderes formales) las organizaciones, las grandes organizaciones, que se hacen cargo o participan de las decisiones que hacen a una nación: por supuesto el propio Estado con sus burocracias que desarrollan relativa autonomía, las grandes empresas y también la pequeña y mediana burguesía, las corporaciones profesionales y gremiales, los medios de comunicación masivos, etc.

Variados sectores, factores de poder y actores coparticipan de las llamadas sociedades modernas.

El principio o axioma capitalista por excelencia, el de la competitividad, más ilusorio que real habitualmente, genera en las masas esperanzas de realización, “se puede llegar con esfuerzo, con el mérito, etc.”.

Al mismo tiempo, con la concurrencia de la formidable maquinaria propagandística y de las usinas ideológicas, los regímenes electorales, la imaginaria participación colectiva y otros recursos, en esas sociedades modernas -contemporáneas- se enmascara el despotismo. Es decir, en todo el planeta impera el despotismo pero en gran parte de Occidente así como en Japón, Corea del Sur, India, Oceanía, parcialmente en África, se reviste de “formas democráticas”, ficticiamente democráticas.

La concentración de poder, manifiestamente política, al punto de llegar a ser unipersonal o como si lo fuera, generó procesos que concluyeron en la destitución (fascismo y estalinismo, destacadamente).

De tal manera, la reinstauración tangible del absolutismo fracasó una y otra vez en las diversas latitudes. China y Rusia se reacomodaron generando en sus dominios las ilusiones del capitalismo.

Pese a que en las grandes potencias y, muy especialmente, en los EEUU de Washington, el despotismo es desaforado y conlleva las más abominables prácticas imperialistas incluyendo la guerra y las invasiones a países sometidos y vulnerables, se tiende a considerarlas territorios en los que reina la libertad y, de modo aviesamente degradado, la “democracia”.

Para emanciparse del imperialismo y para acabar con la depredación capitalista, inspirándonos en el hallazgo de Maquiavelo, debemos demostrar que lo que se da en rigor es el despotismo o una suerte de absolutismo, lo cual significa revelar cuánto de concentración se da en donde se estafa con la puesta en escena o la promesa de distribución de poder.  

 

Rubén Rojas Breu

Buenos Aires, febrero 15 de 2023

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario